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Europa, la vía romana. Rémi Brague

En Europa, la vía romana, Rémi Brague nos muestra cómo se pueden abordar cuestiones profundas de modo apasionante. El tema ayuda: ¿somos aún realmente romanos? ¿y en qué consiste eso de ser romanos?

Brague nos ofrece sus argumentaciones, bien construidas y convincentes, que se resumen en una peculiaridad específica de Europa que es precisamente una singularidad romana: la de su carácter secundario respecto de Grecia, la de no sabernos originales y sin embargo abrazar lo recibido, asumirlo, desarrollarlo, difundirlo. Una peculiaridad que comparte Europa con la religión cristiana, secundaria también con respecto al judaísmo y que, por tanto, explica la simbiosis entre Roma primero y Europa después y la Iglesia.

Brague es especialmente interesante cuando aborda las cuestiones que más ha estudiado, la historia antigua y medieval. Resultan asimismo reveladores los análisis que hace del Islam y del judaísmo, en mi opinión más certero el del primero de ellos. También acierta cuando aborda los rasgos derivados de la religión cristiana que han definido nuestra manera de contemplar el mundo y, en consecuencia, de organizar nuestra vida: tanto la distinción entre poder religioso y poder político como el nuevo valor de lo creado por obra de la Encarnación han sido determinantes para que seamos lo que somos.

Evidentemente no hay que estar de acuerdo en todos los aspectos enumerados, por ejemplo, es difícil mantener que más de 2.000 años después nuestra civilización no ha sido generadora de algo propio más que de esa secundariedad defendida por el autor, que no obstante seguiría, incluso si se aceptase lo anterior, siendo el fundamento de nuestro mundo cultural. En cualquier caso, la obra es sugerente y enriquecedora, abordando cuestiones clave para entender de dónde venimos y si todavía podemos ir a algún lado.

Europa, la vía romana. Rémi Brague. Gredos. 148 páginas.

Banderas lejanas. Fernando Martínez Laínez y Carlos Canales Torres

España es un país sin héroes. De un británico excéntrico perdido en la selva los ingleses han hecho películas prodigiosas. Ponga usted un francés en medio de la estepa rusa y a la que se descuide tendrá entre sus manos un novelón épico. Y no digamos de un norteamericano, aunque se haya limitado a bombardear un territorio que nunca ha pisado, de su “gesta” hará Hollywood un film de los que enardecen y emocionan a un tiempo. Hasta los italianos han cuidado más que nosotros a sus hijos heroicos, que ya es decir, recurriendo cuando era necesario a esa fantasía poética y grandilocuente tan propia del país transalpino. Pero entre nosotros, parece que desde el Cid a esta parte ningún compatriota haya hecho nada digno de reseñarse.

 

Fernando Martínez Laínez y Carlos Canales Torres no son de esta opinión y con Banderas lejanas nos demuestran que los españoles hemos hecho cosas dignas de mención e, incluso, de admiración. Y se han detenido en unos episodios, la exploración, conquista y defensa de territorios que en la actualidad forman parte de los Estados Unidos de América, desconocidos por la inmensa mayoría y que me han provocado dos reacciones: en primer lugar sorpresa por constatar que una parte importante de nuestra historia ha sido dejada en el olvido durante tanto tiempo; después fascinación por unos hechos que, siendo rigurosamente históricos, en muchas ocasiones son dignos de las más apasionantes novelas de aventuras.

 

Porque aunque a la mayoría nos suene a chino, lo cierto es que los españoles fuimos los primeros en pisar Norteamérica, de la mano de Ponce de León, y allí estuvimos durante tres siglos. Tiempo suficiente para pasar de las costas, hacia el interior, descubriendo, instalando asentamientos y misiones, luchando primero con los nativos, luego con otros europeos con ambiciones en la zona. Empezando por la Florida, donde la leyenda se entremezcla con la piratería, se inicia lo que los autores no dudan en llamar como la aventura épica del camino real por Arizona, Texas y Nuevo México, donde soldados y misioneros se abrieron paso luchando con los indios, apaches, navajos y comanches principalmente, y franceses. Luego seguiría, ya después de la guerra de Sucesión española y por tanto bajo el gobierno de la Casa de Borbón en España, las guerras centradas en la Florida y posteriormente las expediciones a California. Pero no se detuvieron los españoles ahí, sino que siguieron avanzando hasta llegar a… Alaska; han oído bien, y a los enfrentamientos con los rusos. Vamos, que lo de la conquista del Oeste por parte de los cowboys ya lo podemos ir poniendo entre paréntesis, porque el Oeste ya estaba bastante trillado por los españoles.

 

El libro, además, está bien escrito y combina sabiamente una prolija información con una calidad narrativa que recuerda al famoso historiador británico Simon Schama y un buen retrato de los personajes y de los trasfondos políticos de la situación. Además, las fotografías, mapas y muy en especial reproducción de banderas, nos ayudan a vivir con mayor intensidad la epopeya española en Norteamérica. Desde luego, si nuestros cineastas en vez de depender del presupuesto público y de hacer de palmeros del gobierno socialista tuvieran el más mínimo interés por agradar al público y entendieran, aunque sólo fuera un poquito, lo que es este país, tendrían en lo narrado en este libro un filón, no diré inagotable, pero sí riquísimo. Mientras, podremos disfrutar de este precioso libro que, por lo que parece, ya va por la segunda edición. Y que sigan muchas más.

 

Banderas lejanas. Fernando Martínez Laínez y Carlos Canales Torres. EDAF. 544 páginas.

 

Common law. Elio A. Gallego García

Estamos ante un libro que ofrece mucho más de lo que podría aparentar una mirada rápida sobre su título. Y es que el libro de Elio Gallego podría parecer a primera vista que se trata de un estudio apto sólo para eruditos, para interesados en el Derecho constitucional, en la filosofía o en la historia del Derecho, en definitiva, un estudio sugerente pero apto sólo para especialistas.

 

Y sin embargo, pronto comprobamos que el libro es otra cosa. Sí, es un libro que interesará a aquellos estudiosos del derecho, de la historia o de la peculiar experiencia política anglosajona. Pero que encierra suficiente interés para cualquier persona mínimamente culta y con interés sobre las cuestiones que afectan a la vida de la comunidad política.

 

A través del estudio de la vida y obra del jurista y político Sir Edward Coke, una de las figuras clave en la Inglaterra de principios del siglo XVII, el profesor Gallego nos ofrece una serie de agudas reflexiones que desbordan ese tiempo y lugar y que no dejan indiferente a un lector actual. Por poner algunos ejemplos, el análisis del régimen mixto y de cómo las limitaciones y contrapesos institucionales no debilitan a los distintos poderes, al contrario, los fortalecen, es de tremenda actualidad. La explicación de cómo la confusión entre quien pide dinero y quien se lo otorga (que pasa a ser el Parlamento, en una especie de falsa esquizofrenia, frente al modo tradicional en el que Rey y Cortes tienen cada uno su función claramente delimitada) abre las puertas a la tiranía de facto, es algo que constatamos cada día. Por último, la comprensión del derecho como algo que ya existe, que se recibe, se descubre y se declara, en contraposición a los jueces que pretenden crearlo a su antojo, es otra de las cuestiones clave que no han dejado de tomar protagonismo desde los tiempos de Coke.

 

Estas son algunos de las cuestiones, de gran trascendencia, que aborda este libro al hilo de la vida y convicciones de Coke: su protagonismo en la Inglaterra de la época, sus ideas políticas y jurídicas, su concepción del common law y de la labor de la jurisprudencia, y por último su legado (me ha resultado especialmente interesante el contraste entre dos teóricos seguidores de Coke, Burke y Locke, y la distancia real que los separa). Al final, un apéndice extenso con máximas jurídicas entresacadas de la obra de Coke que, en este caso sí, interesarán a especialistas eruditos. Insistimos: no el resto del libro, que supone un acercamiento apasionante a una figura y una época en la que podemos observar en todo su vigor un camino político y jurídico que, por desgracia, se truncó por el racionalismo, pero que sigue siendo relevante para comprender mejor el mundo en que vivimos y buscar cómo salir del callejón al que nos ha llevado.

 

Y una última pregunta que se me resiste: ¿cómo hicieron los ingleses como Coke para compaginar la realidad del origen despótico y arbitrario de la iglesia de Inglaterra con sus convicciones? Se aduce que, en el caso de Coke, ya había nacido en ese estado de cosas, pero lo cierto es que la discriminación contra los católicos y las consecuencias que comportaba era algo muy real, muy “actual”, que a uno le cuesta comprender cómo se compaginaba con unas fuertes convicciones a favor de limitar la arbitrariedad del poder político.

 

Common law. El pensamiento político y jurídico de Sir Edward Coke. Elio A. Gallego García. Editorial Encuentro. 204 páginas

San Lorenzo y el Santo Grial. Janice Bennett

Las antiguas tradiciones tienden a confundirse con leyendas cuando quienes las reciben se han distanciado del espíritu de sus antepasados. De esa manera acaba por acusarse a quienes nos pretejieron de oscuros, crédulos e ignorantes. Y nos imaginamos que inventaron historias, que se transmitieron por fuentes que ahora catalogamos de poco fiables, como los trovadores, las canciones populares o las leyendas.

Sin embargo, conforme los estudios se vuelven rigurosos (muchas veces a fuerza de ensayo y error) y la tenacidad de algunos o el inmenso presupuesto de otros, que permite incluso algún trabajo serio, se descubre que lo narrado por lo que se consideraban fábulas de vieja o invenciones piadosas para momentos de desolación, tiene un trasfondo histórico y, en ocasiones, que éste es muy sólido.

Esto es lo que sucede con el Santo Grial, que se venera en la Catedral de Valencia y que, en España, no es justamente considerado. Cierto que hay algunos trabajos muy serios de autores nacionales y otros han dedicado un considerable empeño a darlo a conocer. Aún así hay que saludar este libro de Janice Bennett, que aúna investigación y divulgación y de nuevo vuelve nuestra atención sobre la Copa que Jesucristo utilizó en la Última Cena.

Lejos de las invenciones a las que son dadas las mentes sin esperanza en el intento de perderse en un mundo que se les antoja mejor dispuesto que el que habitan, Bennett recopila los datos que nos han llegado en torno al venerable Cáliz y, como si de una historia se tratara, nos lo relata para nuestra información y alegría.

Parece que el Grial estuvo en Roma y que, en tiempos de persecución, cuando San Lorenzo fue martirizado, éste dispuso, antes de su muerte, que la preciada reliquia fuese puesta a salvo. Así llegó a España. Aquí siguió un peligroso periplo, pasando por tres monasterios de los Pirineos (entre ellos San Juan de la Peña), y teniendo que ser escondido en diversas ocasiones para evitar su profanación (la última vez durante la Guerra Civil). Finalmente se encuentra en Valencia, donde es custodiado con respeto y veneración de los fieles.

Cuando uno reflexiona sobre el deseo de algunos por destruirlo y en el celo de otros por impedirlo, aun con grave riesgo, no deja de pensar en la verdad de lo que algunos llaman ‘leyenda’. Si, además, la arqueología indica que la forma de la copa y los materiales son los propios de la época de Cristo, aumenta la perplejidad, el asombro o la convicción, según el lugar dónde nos encontremos.

A la vista de esta historia, narrada minuciosamente por la autora, se comprende también que la leyenda artúrica, o el Pársifal, no son las fuentes originarias de la tradición sobre el Grial, sino los últimos eslabones que, para quien ande desorientado, llevan a pensar que todo es falso, cuando no son más que el eco remoto y algo apagado de lo que se tuvo por cierto.

Libro interesante, y recomendable para ahondar en una importante reliquia que tenemos en nuestro país y que no es justamente apreciada.

San Lorenzo y el Santo Grial. Janice Bennett. Ciudadela. 344 páginas

Publicado por David Amado

Los orígenes de Europa. Christopher Dawson

Probablemente ya nadie tenga en cuenta lo que el gran Dawson escribió sobre Europa. Grupos reducidos de estudiosos y entusiastas volverán a su obra, oportunamente reeditada, mientras asisten al sepelio de un continente engendrado por el cristianismo.

Hubo una época en que la Iglesia era Europa y Europa era la Iglesia, que decía Belloc, y unos tiempos anteriores en que esa realidad, que acabó tomando forma geográfica y se disolverá en lo económico y el odio a sí misma, nació por el influjo de varias causas que providencialmente confluyeron.

Dawson estudia ese origen. Y apunta a los motivos por los que la unidad de Europa, en su realidad más profunda y no en la mera confluencia de intereses, nos es desconocida. Dice, por ejemplo: “cada nación pretende ser por sí misma una unidad cultural y poseer un autosuficiencia espiritual de la que en realidad carece. Cada una considera su participación en la tradición europea como un resultado original que nada debe al resto”.

La unidad europea, cultural y espiritual, es la que ha permitido la existencia de unidades nacionales y no al contrario. Posteriormente el triunfo de la burocracia y el poder organizador de los Estados acabó destruyendo la vida subyacente y ocupando todo el espacio que, por naturaleza, le correspondía a la sociedad.

Obviamente el gran enemigo a batir en el momento actual es el cristianismo que si es visto como una amenaza por los redactores de la Constitución europea y pretenden silenciarlo, es precisamente porque recuerda a Europa su razón de ser y su origen.

Si Oriente mira con recelo a Europa es porque no lo ve como una realidad espiritual sino como un mero poder económico, simple realidad material, que interfiere y domina aplastando a su alrededor. La última gran gesta misionera de Occidente fue el Imperio Británico, lo que pasa es que en lugar de predicar la fe se internacionalizó el capitalismo.

Por entonces Europa mantenía lazos más tenues que los espirituales. Vivía de una cierta unidad intelectual. Por cierto que esa Ilustración, a la que sí que aluden los redactores de la constitución-epitafio europeo, ha conocido ya su fracaso aunque nadie quiere reconocerlo. Es más, el mismo fracaso se vive como una victoria de la disolución, la vuelta a la barbarie pre-cristiana.

Dawson estudia los orígenes con gran clarividencia. No se refiere sólo al Imperio Romano sino que se detiene largamente en la importancia de los pueblos nórdicos, cuya contribución a menudo no ha sido suficientemente considerada. Carlomagno en Occidente y los pueblos nórdicos, una vez abrazan la fe, en Oriente, se encuentran en una nueva unidad ahora llamada Europa.

El estudio de Dawson, un auténtico clásico, permite conocer mejor el pasado. Si ahora asistimos a una auténtica negación de lo que somos no por ello tenemos derecho a ignorar de donde venimos y quizás así, recuperemos la conciencia de qué se debe hacer.


Los orígenes de Europa. Christopher Dawson. Rialp. 279 páginas

Publicado por David Amado

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