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Crimen y castigo. Fiódor Dostoievski

Lo peor que le puede suceder al hombre es la pérdida del sentido de culpa. Mientras este perdura hay lugar para la esperanza. Görres definió el sentimiento de culpa como la conciencia que se revela contra una existencia satisfecha de sí misma y señalaba que quienes carecían de dicho sentimiento eran como cadáveres vivientes.

Dostoievski es autor de novelas geniales, y una de ellas es Crimen y castigo, que nos alegra encontrar de nuevo en una hermosa colección (Mil letras) que acredita una estupenda labor editorial. Berdiaiev consideraba que en Raskólnikov (el estudiante que asesina a una vieja usurera) no llegaba a dibujar todo lo que Dostoievski había descubierto sobre la contradicción del corazón humano, pero que ya se apuntaba en él ese desdoblamiento. Pese al juicio del gran comentador ruso y al margen de que Dostoievski tenga personajes más perfectos, la historia de Raskólnikov, de su crimen, de sus remordimientos enfermizos y de su redención, es una de las cimas de la literatura universal si ésta debe definirse no sólo por sus cualidades literarias, sino también por la verdad que descubre sobre el hombre.

 

Raskólnikov actúa contra la vieja pensando que hace un bien, dada su insignificancia. Actúa como un superhombre que dicta una nueva moral. Dostoievski incide en ese punto, porque el estudiante, que se duele de la precariedad injusta de su propia familia, ni siquiera aprovecha el fruto de su hurto, sino que lo esconde. Pero hay algo que no controla, y es su conciencia, que le lleva, a través de tortuosos caminos y con notables efectos psicosomáticos, al descubrimiento de que su justicia no es la justicia. Pero Dostoievski no se refiere sólo al alcance social de las acciones, ni a sus consecuencias penales. Le preocupa el hombre que se pierde por su propia decisión y que descubre que lo que ha obrado no corresponde a su destino.

 

Si como descripción psicológica de la culpa Crimen y castigo es superior, también lo es en la respuesta que ofrece. La propuesta de Dostoievski no es, para nada, políticamente correcta ni está al alcance de quienes se deleitan, aunque sólo sea para lamentarse, en los síntomas del mal sin querer entrar a las causas. La solución se encuentra en Cristo y en la necesidad de pasar por el sufrimiento. Sin éste, pretender una redención, parece una broma. Hay que reconciliar el corazón y restablecer la armonía con los demás hombres y con Dios. Si el crimen es fatal, la salvación no es menos profunda.

 

Esta edición, buena en su traducción y de pulcra presentación, nos ofrece una excelente oportunidad para aprender, quizás de nuevo, de Dostoievski.

 

Crimen y castigo. Fiódor Dostoievski. Cátedra.701 páginas

 

Publicado por David Amado

San Francisco de Asís. G. K. Chesterton

Es muy difícil catalogar el estilo de Chesterton, porque es como un huracán que nos arrastra con él. Nada de lo que sale de su pluma es predecible y cada página se convierte en una sorpresa. Y, quizás una de las cualidades del gran autor inglés, consiste en que no inventa nada, sino que deja que las cosas, o en este caso la historia, se muestre tal como es.

Chesterton es un escritor con una notable imaginación, pero en él esta no está loca, como diría santa Teresa, sino que alimenta a la razón. Por eso la inteligencia sale reforzada y las cosas y los hechos, apreciados en sus justos detalles, nos descubren su sentido. Tampoco Chesterton es un hombre de complicados razonamientos. Si a veces nos puede parecer enrevesado es sólo porque la palabra, o mejor el juicio expresado en las frases, se ajusta de manera sorprendente al dato. Estamos tan acostumbrados al desajuste entre lo que conocemos y lo que expresamos y a la distancia, para algunos insalvable, entre lo dicho y lo que se intenta expresar, que Chesterton nos descoloca. Aunque sería mejor decir que nos coloca de nuevo ante la verdad desnuda.

 

Como todos los libros de Chesterton, esta biografía sobrepasa su objeto. Trata de san Francisco, y consigue que nos interesemos por conocer mejor al fraile que conmocionó el siglo XIII e influyó de forma decisiva en la historia. Chesterton señala que ese es también su deseo, que nos tomemos en serio al fraile y, por lo mismo, abandonemos la caricatura que se ha hecho de él. Pero, al narrar una vida singular, que es totalmente extraordinaria, el autor nos lleva a consideraciones que son universales y válidas para todos los tiempos. Nos muestra, por ejemplo, que el natural uso de la razón que hicieron los griegos, y que nosotros aún admiramos, adolecía de un defecto interno que no llegaron a descubrir y que les fue mostrado por el evangelio: el pecado original. Y, también nos hace caer en la cuenta de que la “oscura” Edad Media fue un tiempo de ascética para que el hombre pudiera liberarse de los demonios de la naturaleza y emprender una vida libre. Ese fue el trabajo de aquellos siglos, oscuros para quienes rechazan esa libertad, y cuya fuerza estalló en el poverello de Asís.

 

Chesterton escribió esta biografía, que no confunde a san Francisco con un naturalista ni un panteísta sino que nos muestra que amaba a todas las criaturas porque amaba a Dios, de la misma manera que trató a todos los hombres con una delicadeza inusitada, incluso a los bandoleros y a sus enemigos, porque se sabía servidor de todos. Lo pudo hacer porque en él la capacidad de asombro nunca quedó obnubilada ni por la pedantería ni por la lógica que reniega del misterio y vuelve locos a los hombres. Como el mismo señala “Los hombres no quieren creer porque no quieren ensanchar el pensamiento”, de ahí la tendencia a suprimir lo sobrenatural, como se ha hecho respecto a los estigmas u otros hechos milagrosos de san Francisco, y la necesidad de retornarlo al lodazal en que nos hayamos inmersos.

 

En esta magnífica biografía se nos muestra al verdadero san Francisco, al enamorado de Dios, al hombre que reconoce que Dios es su Padre y quiere compartir los sufrimientos de Jesucristo, que trabaja en la edificación de la Iglesia y que nos enseña a relacionarnos con los hombres y con toda la naturaleza de una manera más perfecta, porque conoce la redención.

 

Se trata de un relato breve, pero que muestra tan gran percepción que no sólo nos da a conocer la vida de un santo sino que abre nuestro pensamiento a inmensos horizontes.

 

San Francisco de Asís. G. K. Chesterton. Homo Legens. 179 páginas

 

Publicado por David Amado

 

Asesinato en la catedral. Thomas Stearns Eliot

La editorial Encuentro publica, de nuevo, la obra de teatro en la que el gran poeta Eliot, trató sobre el martirio de Tomás Becket. Son varios los temas que, al hilo del enfrentamiento entre Enrique II Plantagenet y el arzobispo de Canterbury, desarrolla el autor. Tenemos el tema de la libertad de la Iglesia, que en el siglo XII, se planteó bajo la forma de la “lucha de investiduras” y que en las islas británicas se concretó en las Constituciones de Clarendon, con las que el monarca intentaba limitar los derechos eclesiásticos.

Sobre ese trasfondo, aparece la figura de Becket, primero amigo y Gran Canciller y después arzobispo perseguido por el rey. El drama lo sitúa Eliot a la vuelta del exilio, de siete años, de Becket en Francia. El coro de mujeres (importantísimo en la obra), representa al pueblo que intenta evitar la confrontación y se contenta con el malvivir de la tranquilidad: “hemos vivido varias tiranías/ pero a menudo nos dejan a nuestro arbitrio/ y estamos contentos si nos dejan en paz”.

 

Así Eliot, muestra la soledad del obispo, que sólo puede apoyarse en Dios, lo que defiende es la Iglesia. Ni sus sacerdotes, ni la gente del pueblo lo comprenden, mientras los poderosos de este mundo intentan ganarlo para su causa. Eliot ahonda en el tema de las tentaciones, no sólo sensuales o de ambición, sino incluso espirituales. Todas han de ser rechazadas para que la paz de Jesús que trajo con su encarnación, y que es glosada en la homilía de Becket con motivo de la Navidad, se manifieste en su plenitud a pesar de la aparente contradicción, “porque el verdadero mártir es aquel que ha llegado a ser instrumento de Dios, y nada desea ya para sí mismo, ni siquiera la gloria del martirio. Así es como en la tierra la Iglesia llora y se regocija a un tiempo de una manera que el mundo no puede comprender”.

 

Tomás Becket muere asesinado, testimoniando la verdad de la conciencia frente a la del poder político, que intenta justificarse en los argumentos de sus asesinos (otra genialidad de la obra). Frente a todos los argumentos que intentan mostrar que fue la tozudería del prelado, su incapacidad para el diálogo o incomprensión del momento histórico, aparece el clamor del martirio, “porque dondequiera que vivió un santo, dondequiera que un mártir dio su sangre por la sangre de Cristo,/ la tierra se hace sagrada y su santidad no desaparecerá, aunque los ejércitos la pisoteen, aunque lleguen viajeros a visitarlas, con la guía en la mano,/…”. En la aparente impotencia se manifiesta el poder de Dios y el pueblo, capaz de reconocer el valor del signo, comprende ahora el sentido de la historia, y puede seguir viviendo en la libertad de la Iglesia, la que nos ha ganado Cristo y aquella por la que dio su vida el mártir inglés.

 

Asesinato en la catedral. Thomas Stearns Eliot. Encuentro. 95 páginas

 

Publicado por David Amado

 

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