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Josep Torras i Bages. Eduardo Arroyo

Vivimos en un país desagradecido y, por desgracia, acomplejado: no puede entenderse de otro modo el silencio que cae sobre la mayor parte de nuestros hombres de talla universal. Y entre ellos, Torras i Bages no es el menor. Si en vez de haber nacido en un pequeño pueblo cercano a Vilafranca del Penedés y de haber pasado la mayor parte de su vida en Vic hubiera nacido en, pongamos, Francia o Inglaterra, su nombre sería citado por doquier (en cuanto a su lectura, ésta ni siquiera está asegurada para los de allende los Pirineos). En cualquier caso, Eduardo Arroyo llega a nuestro panorama editorial cargado de entusiasmo a vindicar la figura del que fue calificado como patriarca espiritual de Cataluña y que, sin lugar a dudas, merece un lugar destacado en nuestra memoria. Bienvenida sea esta iniciativa.

Arroyo nos presenta pues una biografía breve pero completa, que se lee de corrido y nos deja con las ganas de conocer más del biografiado (objetivo éste, creo yo, inconfeso pero último del autor). La biografía se divide en dos bloques: uno primero más cronológico y que atiende a los, digamos, hechos externos de la vida de Torras i Bages; mientras que el segundo aborda su trayectoria intelectual, deteniéndose en los aspectos más relevantes del pensamiento del obispo de Vic. Arroyo siempre mantiene el ritmo que necesita una buena narración, sin detenerse en detalles excesivos pero sin caer en la superficialidad, guiado en todo momento por un entusiasmo que contagia y que se trasluce en cada frase.

Además de su entusiasmo, el autor demuestra conocer en profundidad la vida y obra de Torras i Bages. Es más, respeta al biografiado, lo que no es tan frecuente. Nos explicaremos: abundan en las modernas biografías las relecturas, las interpretaciones, los juicios hechos desde parámetros contemporáneos, lo que suele deformar al biografiado de tal modo que si pudiera salir de su tumba no se reconocería a sí mismo. El gran acierto de Eduardo Arroyo es presentarnos a Torras i Bages tal y como era, tal y como se veía a sí mismo. Esto es, en primer lugar y por encima de todo, a un sacerdote, un pastor de almas dispuesto a lo que fuera por salvarlas, un hombre fiel al Papa (sus diversos viajes a Roma así lo atestiguan). Si se desconoce esta dimensión espiritual y pastoral se cae irremisiblemente en la caricatura y la mistificación.

El segundo gran escollo en relación a Torras i Bages es su postura política y su relación con el entonces naciente nacionalismo catalán. Una mirada atenta a su obra nos muestra que, siempre de acuerdo con las enseñanzas del magisterio católico, Torras defiende un regionalismo muy vinculado a la experiencia vital del pueblo, campesino, del que siempre se sintió parte, y animada en todo momento por la religión católica. No puede extrañar, pues, su probado amor a España que nace del amor a Cataluña; en definitiva, el sentir común a lo largo de siglos entre los catalanes, por extraño que pueda parecerles a algunos. Destacar también el interesantísmo capítulo dedicado a las ideas estéticas del obispo, plasmación de su sólida formación tomista y su preocupación por la transmisión de la fe católica.

Hay que agradecer al editor la profusión fotográfica que nos acerca aún más si cabe a la vida de Torras i Bages y nos ayuda a comprenderlo mejor. Y al autor, pedirle que siga divulgando la figura del obispo de Vic; esperamos que esta biografía sea el punto de partida de una renovada atención a su magna obra. A tenor de lo leído en esta obra, estamos seguros de que valdrá la pena este redescubrimiento.

 

Josep Torras i Bages. Eduardo Arroyo. Infiesta Editor. 96 páginas.

 

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