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Edmund Campion. Evelyn Waugh

En el imaginario común hay una idea, más o menos borrosa, de lo que pudieron ser los abusos de la Iglesia católica en otras épocas. Por lo general nos referimos a ellas acudiendo a lugares lejanos y a fechas poco exactas. Los relatos, o la idea que se tiene de ellos, porque nos llegan fragmentariamente y más proceden de un eco que no de una fuente inmediata, también, en la mayoría de los casos, están llenos de imprecisiones y, con frecuencia, barajan la conjetura y la suposición. Todo ello no ha impedido que sean recibidos acríticamente y ocupen hoy, en la era de la información, un lugar en la mente de muchos.

Sorprende, por el contrario, que los grandes hechos de la Iglesia, y sus héroes, muchas veces adornados también con la santidad, sean prácticamente ignorados y la información que se tenga de ellos se reduzca, prácticamente, a la que podemos encontrar en los calendarios. En España, por ejemplo, es muy ignorada la persecución que sufrieron los católicos ingleses en el siglo XVII. Se prohibió el culto católico, se expropiaron bienes eclesiásticos, algunos obispos y sacerdotes abandonaron la Iglesia por presiones o ambición y siguieron el camino iniciado por Enrique VIII, al separarse de Roma. En época de la reina Isabel se acentuó la presión sobre quienes permanecían fieles a la fe de sus padres. Hubieron de pagar multas por no acudir a las celebraciones anglicanas, vivieron bajo sospecha y, en muchos casos, se confiscaron sus tierras. Pero la página más gloriosa, que es la que ha hecho pervivir el catolicismo en aquellas islas, la escribieron los mártires.

 

Edmund Campion era un joven brillante que se había marcado un exigente plan de estudio para triunfar en este mundo. Tenía todas las puertas abiertas para acomodarse en la corte de la reina Isabel y obtener beneficios. Pero su inteligencia topó, en el estudio de los padres de la Iglesia, con una objeción: la iglesia que veía en su país se había separado de la fe de los primeros siglos. Podía haberse mantenido en el camino de la ambigüedad y del posibilismo pero su conciencia le condujo a Douai (Países Bajos), donde ya algunos compatriotas suyos de preparaban para el sacerdocio. Muchos de ellos, unos veinte al año, volvían a las islas y conocían el martirio. Conforme se acentuó la persecución celebrar misa, oír confesión o facilitar la celebración de dichos sacramentos conllevaba cárcel, tortura y muerte.

 

Edmund Campion sacerdote jesuita regresó a su patria donde se hizo famoso por la publicación de un Alarde, en el que exhortaba a los teólogos anglicanos y a la misma reina a discutir con él sobre temas de fe con la certeza de que los sacaría del error y los conduciría de nuevo a la Iglesia. Durante años su vida se desarrolla en la clandestinidad, ocultándose en las casas de los recusantes, atendiendo a los fieles que sobrevivían en secreto, y alimentándolos con la predicación y la Eucaristía. Su nombre es el más famoso de tantos sacerdotes y laicos que derramaron su sangre en la Inglaterra del siglo XVII. Siendo la biografía de un solo hombre, Evelyn Waugh, consigue que empaticemos con todos aquellos hombres que vivieron heroicamente su fe. No temieron el martirio y, sin más fuerza que la que emana de la fe en Jesucristo, pusieron en jaque todo un reino.

 

Evelyn Waugh es uno de los más celebrados escritores ingleses del pasado siglo y su maestría no deja de notarse en esta obra, escrita al poco tiempo de su conversión al catolicismo.

 

Edmund Campion. Evelyn Waugh. Homo Legens. 267 páginas

Publicado por David Amado

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