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Del natural. W. G. Sebald

Sebald es uno de los escritores más afamados de finales del siglo pasado: un raro caso de éxito de ventas, calidad contrastada y aceptación por parte de la crítica más exigente. Su brillante carrera literaria se vio truncada en pleno clímax por su muerte en un accidente de tráfico en 2001. La obra que ahora vemos publicada es, probablemente la primera que escribió Sebald y él nunca llegó a verla editada. La polémica está, pues, servida: ¿de no haber muerto Sebald habría llegado a nuestras manos este texto? ¿de no ser un éxito de ventas asegurado, habría sido dado a la luz en nuestro idioma? No lo sabemos; el editor sugiere que sí, que el autor estaba revisando las pruebas de imprenta cuando le sorprendió la muerte. Este lector mantiene algunas reservas sobre la idoneidad de su publicación, aunque las reglas económicas de la edición probablemente no admitan duda alguna al respecto.

Sí, es cierto, en este raro y extenso poema narrativo (o poema rudimentario según su autor) encontramos ya apuntados y, en algunos casos bien desarrollados, los temas más recurrentes de Sebald. Pero también es verdad que la obra adolece de la redondez de los libros que ya conocíamos, sus comentarios no alcanzan la profundidad y agudeza de otras ocasiones.

El libro se estructura en tres bloques, tres paneles pintados de un mismo tríptico: el primero gira en torno al pintor Grünewald, asimismo creador de tablas, el segundo nos refiere los avatares del botánico Steller, embarcado en la expedición de Bering, y el último, con claros tonos autobiográficos, detalla algunas de sus preocupaciones y obsesiones.

De lectura prolija, aunque quizás eso es valorado por aquellos que quieren aparentar alta cultura, el relato de Grunewald es quizás el más convincente de los tres. No por su verosimilitud, más o menos discutible (pues la verdad es que casi no se poseen datos ciertos de su vida), sino por su tensión argumental. Aquí la presencia de la muerte y de la locura, acechando en una época de dolores y temores, conforman un retrato creíble y sugerente.

Cuando aborda la epopeya de Steller, Sebald hace patente su predilección por las ciencias naturales (“renegó de la teología y pasó a las ciencias naturales”), de una forma que, para qué ocultarlo, a pesar de todos sus logros estéticos, nos parece corta de miras. Alguna concesión truculenta y sensual, el espanto de aquellos seres perdidos en el hielo, la naturaleza como agente de la demencia, conforman un escenario opresivo que nos recuerda a algunas de sus páginas más logradas.

El tercer bloque es el más confuso. Sin el hilo argumental de una vivencia ajena, centrado en sus propias experiencias, la dificultad formal de este extraño poema se muestra en toda su magnitud. Si en las dos primeras partes el texto recorría el filo del acantilado, en esta tercera da un paso al frente. Con las consecuencias previsibles. Aparece, eso sí, algunas chispas brillantes, como cuando el autor nos habla de la pérdida de la fe… en la ciencia.

En definitiva, un libro para amantes de Sebald, de esos que quieren poder darse el gustazo de decir que lo han leído todo de su autor predilecto. Quienes aún no lo conozcan harán bien en empezar por otro título: para la crítica, Austerlitz, para este humilde reseñador, Los anillos de Saturno.

Del natural. W. G. Sebald. Anagrama. 110 páginas

 

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