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Pompa y circunstancia. Ignacio Peyró

Pompa y circunstancia se publicó antes del verano; un libro atípico, ¿quién pretende hoy en día que alguien lea más de mil páginas?, con un subtítulo, Diccionario sentimental de la cultura inglesa, que tampoco invita precisamente a la compra compulsiva de las masas. Y sin embargo tengo la impresión de que han sido muchos los que estos meses estivales han disfrutado de la obra de Ignacio Peyró.

Digámoslo ya de inicio: estamos ante una obra magna, ambiciosa, erudita, que nace de un conocimiento enciclopédico que, lejos de ser fría acumulación de datos, transpira un amor aquilatado, a duras penas camuflado bajo unos piadosos ropajes de nostalgia e ingenio irónico. Peyró nos lleva de la mano a través de un mundo repleto de historia, de buen gusto, de personajes singulares que rezuman encanto, de belleza y aventura, de fiebres literarias y de sabiduría política, de trazos de otros tiempos que han pervivido hasta hoy y que siguen resultando tremendamente atractivos para quienes aún no tienen el paladar estragado por la moderna cultura de masas. Evidentemente Gran Bretaña no ha sido sólo eso: en el elogio de lo británico de Peyró se han desvanecido, para que nos entendamos, la brutalidad de los hooligans y la vulgaridad de las Spice Girls. Estamos ante un Reino Unido pasado por el filtro de los gustos y querencias del autor, donde predominan la política, las letras, la vida campestre y el amateurismo propio de un gentleman, purificado y por ello vigoroso, atractivo en su anacronismo, fiel a sus tradiciones y con una increíble capacidad para reinventarse y sobrevivir, una invitación a salir del rebaño borreguil y sumarse a esos happy few que se reconocen por una mermelada, una camisa, una referencia literaria…

El libro se puede leer como una colección de pequeños ensayos, una biblioteca de historias, personajes, manías, curiosidades, descubrimientos. Confieso que yo no he sido capaz de leerlo así, sino que me ha atrapado y lo he leído de un tirón, en un atracón que deja una deliciosa resaca. En cualquier caso, que cada quien se acerque a este libro como quiera, lo que le aseguro es que no saldrá defraudado, disfrutará de lo lindo, aprenderá deleitándose, según prescribía el viejo adagio, y es muy probable que se vea invadido por una irresistible necesidad de visitar Epsom, Henley-on-Thames, el Chelsea Flower Market o Savile Row (ay! Si no fuera por esos precios).

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