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La eugenesia y otras desgracias. G. K. Chesterton

La eugenesia y otras desgracias es un nuevo libro de Chesterton, traducido admirablemente por Aurora Rice. En este caso se recogen los artículos escritos por Chesterton en torno a la eugenesia hace aproximadamente un siglo, a raíz de la aprobación en el Reino Unido de las leyes de débiles mentales.

Habrá quien opine que es más Chesterton, más de los mismo. Y acertará y se equivocará a un tiempo. Porque es más Chesterton, es indudable, pero Chesterton nunca es más de lo mismo; incluso cuando se repite lo hace de modo diverso.

Eso sí, en este libro el lector encontrará más de ese torrente desatado de ideas que es nuestro autor, más ejemplos desternillantes, más fino ingenio, más calidad literaria, más desafío a las convenciones establecidas, más paradojas que en realidad son simples constataciones de la realidad, más mirar de frente a las cosas sin dejar de sonreír, más crudeza y ternura a un tiempo. Más Chesterton pues. Ámese u ódiese, pero déjese bien lejos la indiferencia.

Es cierto que no es de sus libros más sencillos y que en ocasiones se lanza en una espiral de digresiones, tan fuerte es el torrente de lo que quiere decir, que hace más difícil el seguir el hilo conductor, perfectamente ordenado, de sus argumentos (que existe, e incluso Chesterton, quizás consciente de la facilidad con que lo abandona, reitera en varias ocasiones).

En cualquier caso, el tema merece nuestra atención. Desde que lo escribió, la eugenesia, lejos de desaparecer, se ha extendido, perfeccionando sus formas para evitar reacciones contrarias.

Pero es que, además del asunto central, Chesterton nos brinda reflexiones valiosísimas en sí mismas. Como la manía moderna de olvidar que las excepciones confirman la regla y que no pueden, nunca, ser la regla misma. O que la anarquía, dónde está más presente es en el gobierno. O que el escepticismo ignora lo natural que hay en lo sobrenatural. O la estafa intelectual que supone pintar el pasado de negro para que sea peor que el presente. O la tiranía que se encierra en la fórmula de que el Estado es responsable de la salud de los ciudadanos. O, finalmente (para no cansarles), la sinrazón, tan actual, del principio de sacrificar los usos antiguos porque no encajan con los abusos modernos. Puro Chesterton, tan válido y actual en 1913 como ahora.

A destacar también el prólogo de Salvador Antuñano, especialmente recomendable para quienes no estén al tanto de los debates y posiciones ante los que los artículos de Chesterton reaccionan.

La eugenesia y otras desgracias. Gilbert K. Chesterton. Editorial Renacimiento. 240 páginas.

La tentación liberal. Miquel Porta Perales

No es éste buen país para el debate intelectual, instalado desde hace años en un nivel tan paupérrimo que, cuando se observa con un cierto distanciamiento, uno no puede evitar una intensa sensación de desazón. Si Miquel Porta Perales en vez de haber nacido en Badalona hubiera nacido al otro lado de los Pirineos, sería considerado un nuevo Revel; si su mundo fuera el anglosajón, sería un Tony Blankley o un Mark Steyn, conjugando un juicio contracorriente con un estilo ágil y afilado. Y sobre todo, habría generado debate, con encendidas defensas y ataques, algo que parece que esté reservado en España al fútbol y a las noticias del “corazón”.

El libro se estructura en dos partes bien diferenciadas: una primera en la que se plantean las tesis de fondo, más conceptual, y una segunda, en la que los planteamientos defendidos por Miquel Porta Perales se van aplicando a diferentes cuestiones que afectan a nuestra vida política y cultural. Del planteamiento general, destaca la reivindicación de “alcanzar lo posible en cada lugar y tiempo”, un realismo prudente que acepta la imperfección terrenal, opuesto al utopismo revolucionario, verdadera lacra de la humanidad, y la defensa de la idea de límite, de que no todo se puede hacer ni es bueno que se haga. Ideas clave de las que depende que nuestro mundo sea habitable o se convierta en el infierno en el que la Utopía lo ha convertido demasiadas veces y sobre las que es recomendable no cesar de pensar. Se me ocurre que, por ejemplo, sería bueno profundizar en la concepción de verdad como “realidad de las cosas” para evitar caer en un relativismo multiculturalista al rechazar las grandes imposturas ideológicas modernas, o que el debate acerca de si la semilla del Terror utópico ya estaba en el origen del proyecto ilustrado aún no está agotado; lo mismo puede decirse sobre el nacionalismo, cuyos efectos benéficos iniciales, antes de una supuesta perversión, son en mi opinión muy discutibles.

A partir de este marco de referencia, Porta Perales entra de lleno en las cuestiones más polémicas, empezando por el intelectual comprometido, de izquierdas, por supuesto. Un intelectual de mala fe, que cierra los ojos al totalitarismo comunista, con comportamientos sectarios, siempre dispuesto a criminalizar a la derecha.

La segunda parte del libro, en la que va pasando revista a diferentes aspectos de lo que debería constituir el debate político de nuestro tiempo, constituye una especie de libro blanco de las cuestiones en las que nos jugamos el futuro. Reclama así un menor intervencionismo del Estado, discute el tabú de la redistribución de la riqueza, arremete contra los parasitarios y anacrónicos sindicatos de clase, cuestiona la ayuda al desarrollo impulsada desde los países occidentales con resultados como mínimo mediocres cuando no contraproducentes, denuncia la fascinación del intelectual progre hacia los tiranos tercermundistas, expone las miserias del ecologismo, muestra los vicios originales del pacifismo, arremete contra el pedagogismo (la pedagogía de la plastilina que azota nuestra escuela primaria, escribe) que ha hundido la educación en España, cuestiona mucho de lo que se escribe acerca de la inmigración, desmonta el tinglado multiculturalista (se trata de reconocer que no todas las culturas son igualmente respetables, no duda en afirmar), explica el fracaso del feminismo y sus tendencias totalitarias y los perversos efectos de los nacionalismos disgregadores. Y todo con un estilo que se lee con gusto y que no renuncia a la ironía, como ejemplifica a la perfección el capítulo en el que el autor se enfrenta al juicio sumarísimo del Tribunal Antiliberal, Anticapitalista y Antiglobalizador. No es necesario estar de acuerdo con todo lo expuesto, pero sí puedo afirmar que resulta liberador el ver que alguien está dispuesto a hablar sin tapujos de todas estas cuestiones.

La tentación liberal. Una defensa del orden establecido. Miquel Porta Perales. Península. 318 páginas.

LTI. La lengua del Tercer Reich. Victor Klemperer

LTI, Lingua Tertii Imperii, es el nombre que el filólogo judío Victor Klemperer puso al lenguaje que utilizaba la propaganda nazi. El autor, que se salvó de la muerte gracias a estar casado con una mujer aria (que no renegó de él, como muchas otras) y, ya al final de la guerra, al bombardeo de Dresde, que le permitió escapar de la “casa de judíos” donde se encontraba, y de un amigo que le escondió, fue recopilando notas acerca del uso del lenguaje que hacían los nazis. Esas notas, junto con la experiencia vital de Kemplerer, que aporta una pléyade de ejemplos concretos de aplicación de esa neolengua,  son la base de este libro.

El libro tiene dos grandes virtudes y, me atrevo a decir, dos grandes defectos. En lo que a virtudes se refiere, la primera es el desvelar un aspecto crucial de todo totalitarismo, el uso distorsionado del lenguaje como poderosa herramienta de dominación. Es en este sentido en el que el libro mantiene toda su actualidad. La segunda es el testimonio de la vida cotidiana en el Tercer Reich, con especial atención a la vida que les estaba reservada a los judíos. Aunque lo hayamos leído mil veces, hay detalles que no dejan de sorprender y horrorizar.

En cuanto a los defectos del libro, el primero es su falta de sistemática, que dificulta el extraer conclusiones ordenadas más allá de las meras impresiones o anécdotas. El segundo es su excesiva longitud, lo que le hace caer en reiteraciones y en excursus en otros campos en los que el autor, sorprendentemente, pierde su clarividencia (especialmente chocante es su miopía ante el comunismo, lo que confirma que la prevención ante un tipo de totalitarismo no vacuna ante otros de otro tipo)

LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. Victor Klemperer. Minúscula. 414 páginas.

Un estudio sobre el Shinto moderno. Daniel Clarence Holtom

En muchos aspectos lo asiático ha dejado de ser exótico para entrar en nuestra cotidianeidad. Desde productos de consumo masivo y electrónica hasta el mundo del cine, la presencia de lo que llega de Oriente es cada vez más frecuente. Este fenómeno tiene, junto a evidentes aspectos positivos, otros bastante más discutibles, como esa admiración, permítaseme la expresión, pazguata hacia todo aquello que venga aureolado de filosofía oriental. Por supuesto que se trata de una admiración superficial y repleta de tópicos, pero que no por ello remite en su intensidad y difusión. Así, tenemos estrellas de Hollywood aficionadas a la Cábala o fervientes budistas, o ambas cosas al mismo tiempo… la cuestión es acicalarse con alguna versión light para occidentales que no suponga un gran esfuerzo. Quienes se sientan íntimamente retratados por esta somera descripción harán bien en no seguir adelante, porque si hay un rasgo que no posee el libro del que hablamos es el de la ligereza.

Un estudio sobre el Shinto moderno es interesante, sugerente, curioso, pero nunca light. Estamos ante una obra que es un prodigio de erudición y rigor y que aborda un asunto, el de las creencias fundamentales sobre las que se ha organizado Japón a lo largo de siglos, frecuentemente banalizado. Lo que uno encuentra no es pues el shintoismo idílico que nos presentaba, por ejemplo, la película El último samurai, sino la realidad de un conjunto de ritos y creencias, con sus luces y sus sombras, que han conformado la vida del archipiélago japonés. De hecho, el subtítulo de la obra, la fe nacional del Japón, refleja esa íntima relación entre shinto y nación que nos retrotrae a las cosmovisiones de las antiguas civilizaciones precristianas orientales que aseguraban la cohesión política y social mediante el nexo principalmente de un complejo ceremonial. En este sentido Japón viene a ser como un fósil viviente, como una Mesopotamia trasplantada a nuestros días.

Se entenderá ahora que comprender Japón pasa necesariamente por comprender el shintoismo, a cuyos avatares ha ido ligada la vida del pueblo japonés. Así veremos la relación, no siempre armónica, entre el shintoismo y el budismo llegado desde las tierras continentales. Tras un primer shintoismo puro, vendría la amalgama medieval con el budismo y el posterior renacimiento que pugna por liberarse de esa influencia y que podemos datar de la Restauración de 1868. Descubriremos también el papel, fundamental, que juegan los santuarios, pequeñas casas de piedra o madera que alojarían a los dioses, precedidas por portadas características que no son sólo puertas de acceso sino que se las considera pasos mágicos que vedarían la entrada del mal en el santuario. Ritos, amuletos, ofrendas, creencias vagamente panteístas, cultos a los dioses, van configurando un sistema en el que el culto al emperador juega un papel determinante. Notaba un antiguo canciller japonés, citado por el autor, que junto a la simplicidad de la doctrina, caracterizada por las reducidas normas morales, el shintoismo “mantiene  una relación particular con la familia imperial de Japón, cuyos antepasados son su principal objeto de culto”. Un culto común que, no obstante, no ha impedido la proliferación de sectas shintoistas enfrentadas entre sí.

Este texto, editado por primera vez en lengua inglesa en 1938 y que no ha sido superado aún, mantiene todo su interés, si no es que lo ha visto aumentar por el protagonismo alcanzado por el Japón en la segunda mitad del siglo XX. Quienes quieran conocer ese país y su forma de organización, más allá de los cuatro tópicos edulcorados para consumo masivo, tienen pues una cita ineludible.

Un estudio sobre el Shinto moderno. La fe nacional del Japón., Daniel Clarence Holtom. Paidós. 342 páginas.

 

La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI. Francis Fukuyama

Se dice que con la edad se mantienen las virtudes estables mientras que los vicios no hacen más que acrecentarse. Francis Fukuyama ya no es aquel joven pensador desconocido que asombró al mundo con su teoría del fin de la historia hace ya más de una década; cuenta ahora en su haber con varios libros publicados y su nombre se incluye en todas las listas de pensadores más influyentes. Y sin embargo… con La construcción del Estado viene a confirmar fatalmente el adagio con el que iniciábamos estas líneas.

Fukuyama conserva esa valiosa habilidad para plantear las cuestiones cruciales de cada época. Lo hizo cuando abordó el incierto futuro que se abría tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, volvió a acertar cuando popularizó el concepto de capital social y estudió cómo las sociedades lo crean o destruyen. Y ahora lo ha vuelto a hacer: en un mundo de guerras preventivas y de invasiones la clave estará en lo que se pueda hacer el día después de la victoria. No hay duda de que Estados Unidos, a solas o con la colaboración de la mal llamada comunidad internacional (que realmente se limita a un conjunto de países occidentales aliados), va a vencer en las contiendas que desate; el problema va a ser cómo conseguir instalar en esos territorios Estados viables que impidan que los grupos terroristas campen a sus anchas.

He aquí el problema, el State-building o construcción de Estados, un ¿arte? ¿técnica? ¿imposible? que, si bien ya ha dado lugar a abundante literatura en el terreno de las ciencias políticas y de la administración, Fukuyama hace llegar al gran público. A la luz de estas consideraciones se comprenderá la afirmación de que el libro reseñado va a ser, sin duda, punto de referencia y motivo de abundantes citas y referencias.

Pero decíamos que, mientras las virtudes permanecen (y el hecho de hacerlo ya es todo un mérito), los vicios se acrecientan. Ya desde sus primeras obras nuestro autor ha arrostrado el sambenito de ser un pensador poco original, alguien bien informado que, sin ningún pudor para la copia, vulgarizaba los conceptos que otros habían forjado. Pues bien, el libro en su conjunto, pero de manera especial su segundo capítulo (que trata de las teorías organizativas en el ámbito empresarial y su posible traslación al terreno público), parece una demostración de lo acertado de dicha crítica. Sin ningún recato se van hilvanando asertos de diferentes, numerosísimos, pensadores: éste dice esto, aquel lo otro, el de más allá otra cosa… Por desgracia, a menudo se tiene la sensación de que no se avanza más, la conclusión final, la toma de partido por una u otra posición, el esclarecimiento por parte del autor, sencillamente no aparece. Con demasiada frecuencia a lo más que nos lleva el texto es a la constatación de la complejidad, insuperable, de la cuestión abordada.

Más valiosas son la primera y la tercera parte del libro. El capítulo inicial plantea la necesidad del Estado y discute acerca de su fuerza y alcance, proponiendo una serie de clasificaciones y diagramas que, con gran acierto pedagógico, nos ayudan a centrar el tema. Pero es en el último capítulo, cuando Fukuyama analiza la política a seguir por los Estados Unidos frente a los Estados fallidos, donde radica la otra gran virtud de esta obra. No rehuye aquí el autor la crudeza; con un lenguaje educado, no podía ser de otra manera, explica bien a las claras las alternativas reales que, en su voluntad y necesidad a un tiempo de dominar el mundo, se le abren a los Estados Unidos. Se agradece la claridad de la exposición; como diría el castizo, se le entiende todo, lo cual es de gran ayuda para comprender el panorama internacional. En definitiva, Fukuyama aún tiene olfato para detectar a su presa, aunque haya perdido fuelle a la hora de perseguirla.

La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI. Francis Fukuyama. Ediciones B. 204 páginas.

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