search
top

San Francisco de Asís. G. K. Chesterton

Es muy difícil catalogar el estilo de Chesterton, porque es como un huracán que nos arrastra con él. Nada de lo que sale de su pluma es predecible y cada página se convierte en una sorpresa. Y, quizás una de las cualidades del gran autor inglés, consiste en que no inventa nada, sino que deja que las cosas, o en este caso la historia, se muestre tal como es.

Chesterton es un escritor con una notable imaginación, pero en él esta no está loca, como diría santa Teresa, sino que alimenta a la razón. Por eso la inteligencia sale reforzada y las cosas y los hechos, apreciados en sus justos detalles, nos descubren su sentido. Tampoco Chesterton es un hombre de complicados razonamientos. Si a veces nos puede parecer enrevesado es sólo porque la palabra, o mejor el juicio expresado en las frases, se ajusta de manera sorprendente al dato. Estamos tan acostumbrados al desajuste entre lo que conocemos y lo que expresamos y a la distancia, para algunos insalvable, entre lo dicho y lo que se intenta expresar, que Chesterton nos descoloca. Aunque sería mejor decir que nos coloca de nuevo ante la verdad desnuda.

 

Como todos los libros de Chesterton, esta biografía sobrepasa su objeto. Trata de san Francisco, y consigue que nos interesemos por conocer mejor al fraile que conmocionó el siglo XIII e influyó de forma decisiva en la historia. Chesterton señala que ese es también su deseo, que nos tomemos en serio al fraile y, por lo mismo, abandonemos la caricatura que se ha hecho de él. Pero, al narrar una vida singular, que es totalmente extraordinaria, el autor nos lleva a consideraciones que son universales y válidas para todos los tiempos. Nos muestra, por ejemplo, que el natural uso de la razón que hicieron los griegos, y que nosotros aún admiramos, adolecía de un defecto interno que no llegaron a descubrir y que les fue mostrado por el evangelio: el pecado original. Y, también nos hace caer en la cuenta de que la “oscura” Edad Media fue un tiempo de ascética para que el hombre pudiera liberarse de los demonios de la naturaleza y emprender una vida libre. Ese fue el trabajo de aquellos siglos, oscuros para quienes rechazan esa libertad, y cuya fuerza estalló en el poverello de Asís.

 

Chesterton escribió esta biografía, que no confunde a san Francisco con un naturalista ni un panteísta sino que nos muestra que amaba a todas las criaturas porque amaba a Dios, de la misma manera que trató a todos los hombres con una delicadeza inusitada, incluso a los bandoleros y a sus enemigos, porque se sabía servidor de todos. Lo pudo hacer porque en él la capacidad de asombro nunca quedó obnubilada ni por la pedantería ni por la lógica que reniega del misterio y vuelve locos a los hombres. Como el mismo señala “Los hombres no quieren creer porque no quieren ensanchar el pensamiento”, de ahí la tendencia a suprimir lo sobrenatural, como se ha hecho respecto a los estigmas u otros hechos milagrosos de san Francisco, y la necesidad de retornarlo al lodazal en que nos hayamos inmersos.

 

En esta magnífica biografía se nos muestra al verdadero san Francisco, al enamorado de Dios, al hombre que reconoce que Dios es su Padre y quiere compartir los sufrimientos de Jesucristo, que trabaja en la edificación de la Iglesia y que nos enseña a relacionarnos con los hombres y con toda la naturaleza de una manera más perfecta, porque conoce la redención.

 

Se trata de un relato breve, pero que muestra tan gran percepción que no sólo nos da a conocer la vida de un santo sino que abre nuestro pensamiento a inmensos horizontes.

 

San Francisco de Asís. G. K. Chesterton. Homo Legens. 179 páginas

 

Publicado por David Amado

 

Edmund Campion. Evelyn Waugh

En el imaginario común hay una idea, más o menos borrosa, de lo que pudieron ser los abusos de la Iglesia católica en otras épocas. Por lo general nos referimos a ellas acudiendo a lugares lejanos y a fechas poco exactas. Los relatos, o la idea que se tiene de ellos, porque nos llegan fragmentariamente y más proceden de un eco que no de una fuente inmediata, también, en la mayoría de los casos, están llenos de imprecisiones y, con frecuencia, barajan la conjetura y la suposición. Todo ello no ha impedido que sean recibidos acríticamente y ocupen hoy, en la era de la información, un lugar en la mente de muchos.

Sorprende, por el contrario, que los grandes hechos de la Iglesia, y sus héroes, muchas veces adornados también con la santidad, sean prácticamente ignorados y la información que se tenga de ellos se reduzca, prácticamente, a la que podemos encontrar en los calendarios. En España, por ejemplo, es muy ignorada la persecución que sufrieron los católicos ingleses en el siglo XVII. Se prohibió el culto católico, se expropiaron bienes eclesiásticos, algunos obispos y sacerdotes abandonaron la Iglesia por presiones o ambición y siguieron el camino iniciado por Enrique VIII, al separarse de Roma. En época de la reina Isabel se acentuó la presión sobre quienes permanecían fieles a la fe de sus padres. Hubieron de pagar multas por no acudir a las celebraciones anglicanas, vivieron bajo sospecha y, en muchos casos, se confiscaron sus tierras. Pero la página más gloriosa, que es la que ha hecho pervivir el catolicismo en aquellas islas, la escribieron los mártires.

 

Edmund Campion era un joven brillante que se había marcado un exigente plan de estudio para triunfar en este mundo. Tenía todas las puertas abiertas para acomodarse en la corte de la reina Isabel y obtener beneficios. Pero su inteligencia topó, en el estudio de los padres de la Iglesia, con una objeción: la iglesia que veía en su país se había separado de la fe de los primeros siglos. Podía haberse mantenido en el camino de la ambigüedad y del posibilismo pero su conciencia le condujo a Douai (Países Bajos), donde ya algunos compatriotas suyos de preparaban para el sacerdocio. Muchos de ellos, unos veinte al año, volvían a las islas y conocían el martirio. Conforme se acentuó la persecución celebrar misa, oír confesión o facilitar la celebración de dichos sacramentos conllevaba cárcel, tortura y muerte.

 

Edmund Campion sacerdote jesuita regresó a su patria donde se hizo famoso por la publicación de un Alarde, en el que exhortaba a los teólogos anglicanos y a la misma reina a discutir con él sobre temas de fe con la certeza de que los sacaría del error y los conduciría de nuevo a la Iglesia. Durante años su vida se desarrolla en la clandestinidad, ocultándose en las casas de los recusantes, atendiendo a los fieles que sobrevivían en secreto, y alimentándolos con la predicación y la Eucaristía. Su nombre es el más famoso de tantos sacerdotes y laicos que derramaron su sangre en la Inglaterra del siglo XVII. Siendo la biografía de un solo hombre, Evelyn Waugh, consigue que empaticemos con todos aquellos hombres que vivieron heroicamente su fe. No temieron el martirio y, sin más fuerza que la que emana de la fe en Jesucristo, pusieron en jaque todo un reino.

 

Evelyn Waugh es uno de los más celebrados escritores ingleses del pasado siglo y su maestría no deja de notarse en esta obra, escrita al poco tiempo de su conversión al catolicismo.

 

Edmund Campion. Evelyn Waugh. Homo Legens. 267 páginas

Publicado por David Amado

Alba triunfante. Robert Hugh Benson

Benson escribió una magnífica novela, El señor del mundo, cuya actualidad nos lleva a recomendarla a todos los que no la hayan leído. También fue publicada por Homo Legens, y en ella trata del advenimiento del anticristo. Con un buen conocimiento de las Escrituras y percepción profunda de los movimientos sociales e ideológicos de su época (finales del XIX y principios del XX), Benson intuye la forma que tomará la rebelión contra Dios y la lleva a la ficción. La alegoría, en estos tiempos de Obama y globalización, resulta tan atrayente como inquietante.

 

Señala el autor en el prólogo que El señor del mundo sumió a algunos católicos en un cierto pesimismo. Ciertamente apunta que fue “depresión y desaliento para los cristianos optimistas”. Los que simplemente vivimos esperanzados no nos deprimimos por lo que imagina Benson, pues entendemos que la victoria de Jesucristo es total y definitiva por más que la Iglesia deba pasar por terribles pruebas. Es por ello que Hugh Benson decidió, manteniendo el género parabólico, suponer que ocurriría si el mundo en vez de seguir el desarrollo del pensamiento moderno avanzara en dirección contraria. Fruto de esa idea es Alba naciente.

 

La novela no tiene la grandeza de su predecesora pero resulta interesante porque es uno de los pocos intentos de describir un mundo totalmente católico en el que las ideologías contrarias a Dios desaparecen y universalmente se reconoce a la Iglesia. Sólo por ese motivo merece ser atendida. Conviene, antes de adentrarse en su lectura, leer el prólogo de Sergio Gómez Moyano, en el que se distingue entre el dogma y las aplicaciones concretas del catolicismo, en esa sociedad imaginada en la novela, propuestas por Benson. Como le sucede al protagonista, monseñor Materman, nos es más fácil ver a la Iglesia perseguida que no reinante. Era también la concepción de Benson, y no deja de percibirse en el modo de tratarse ciertas cuestiones.

 

Por otra parte hay intuiciones que resultan interesantes, como la superación del conflicto entre ciencia y fe, o qué sucedería en un país en la que la ley divina lejos de ser postergada se convirtiera en luz capaz de influir en el derecho nacional y en las formas de regular la convivencia. No se obvia el tema de la libertad que deberían tener los no creyentes y su modo de ordenarla. Y, aunque las soluciones propuestas nos puedan resultar chirriantes en algunos puntos, Benson nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre puntos que, frecuentemente, ladeamos y a los que no prestamos atención. Sin llegar al futuro propuesto en la novela sirve, por ejemplo, para pensar sobre qué debería o no esperan un católico de la política y qué puede, o no, exigir a sus representantes cuando estos se confiesan hijos de la Iglesia. Pero no deja de ser una novela y como tal ha de ser tratada.

 

Alba triunfante. Robert Hugh Benson. Homo Legens. 462 páginas

Publicado por David Amado

Señor del mundo. Robert Hugh Benson

Hugh Benson es un autor al que, no se sabe por qué (¿o sí?) las editoriales han relegado al olvido. De vez en cuando, como es el caso, aparece una reedición de esta gran obra, escrita a principios del siglo XX, pero que es de una gran actualidad. Trata del Anticristo.

Mientras algunos escriben obras sobre el tema desconociendo totalmente los datos de la revelación y poniendo más imaginación y mala baba que inteligencia, Benson consigue, sin dejar la ficción, un retrato bastante plausible del que será el postrer enemigo de Jesús.

No será un tipo feo, ni tendrá garras de buitre ni pezuñas de asno. Tampoco es probable que le dé por la antropofagia. Probablemente frecuentará buenos restaurantes, vestirá elegantemente y gustará de la comodidad.

A lo más prescindirá del tabaco y fumará con moderación. Parece que las primeras campañas contra el tabaco las iniciaron un grupo de puritanos a los que no parecía bien que cuando Jesucristo volviera en toda su gloria los encontrara fumando. Creo que la idea ya no es la misma.

Con talento nos presenta el autor al señor Felsenburg que fundamentalmente es un pacificador al que encanta establecer alianzas entre civilizaciones, las cuatro que quedan para cuando aparece, y declara la guerra a la Iglesia Católica. Porque el católico no está para adorar al hombre, ni a la razón o la naturaleza, sino sólo a Dios.

De esta obra dice el gran crítico inglés Joseph Pearce que “Señor del mundo merece un lugar junto a Un mundo feliz y 1984 entre los clásicos de la distopía de ficción. De hecho, aunque las obras maestras de Huxley y Orwell son equiparables en valor literario, son claramente inferiores en valor profético. Los dictadores políticos que daban a la novela-pesadilla de Orwell su siniestra potencia ya tuvieron sus días. Sin embargo, la novela-pesadilla de Benson se está haciendo realidad ante nuestros ojos”.

Benson, convertido al catolicismo y que acabó siendo sacerdote, fue considerado uno de los mejores escritores ingleses de su época. El tiempo (¿sólo él?), lo ha sepultado. Es como decir que a los muertos los sepulta la tierra.

Pero es un genio a la hora de describir el relativismo filosófico que acabará dominando el pensamiento, así como la paz al precio de la verdad y la justicia o la persecución religiosa en nombre de la tolerancia. Es la sociedad de la eutanasia y del control mental colectivo, de la vida sin problemas pero carente de sentido, del culto vacío… pero también el tiempo en que la Iglesia, terriblemente reducida, ha de dar el postrer testimonio de fidelidad en su Salvador.

Quien lea la obra encontrará muchos paralelos y claves para entender lo que hoy sucede y, sin mucho esfuerzo, para comprender la actitud de la Iglesia, acusada de ir contra el mundo cuando es él, lo tomo en el sentido que lo emplea san Juan en el Evangelio, quien se ha alzado contra Dios.

Además de servir para recuperar a un autor injustamente olvidado, la obra por su calidad estilística y por el acierto en el tratamiento del tema (lo de menos es que Benson no llegara a imaginar el progreso técnico de nuestros días), merece ser leída. Quizás a partir de los 18 años. Y lo que no se entienda se pregunta a quien pueda responder.

Señor del mundo. Robert Hugh Benson. Homo Legens. 336 páginas

Publicado por David Amado

La prueba de fuego de Gilbert Pinfold. Evelyn Waugh

La prueba de fuego de Gilbert Pinfold es un relato basado en la vivencia real de las alucinaciones que Evelyn Waugh padeció, provocadas por un envenenamiento debido a un peculiar modo de automedicarse.

El libro se abre con una brillante presentación de Pinfold, alter ego de Waugh, que además de una especie de autorretrato del autor nos brinda una ácida crítica del “periodismo cultural”. Es, sin lugar a dudas, la mejor parte del libro y aquella en que es más reconocible el estilo de Waugh.

El resto del libro nos relata el viaje alucinado hacia Ceilán de un Pinfold que oye continuamente voces que sólo existen en su cabeza y que porfía con ellas, “descubriendo” supuestas conspiraciones varias. Esta parte, la de mayor extensión, está escrita con la maestría propia de Waugh y se mantiene fiel en todo momento a lo que realmente sucedió, pero su interés, más allá de los estudiosos de Waugh, es dudoso. Narrativamente se ve lastrada además por el hecho de que sabemos desde el principio que no se nos está hablando más que de alucinaciones, lo cual hace que llegue a ser tediosa en ciertos momentos.

La edición de Homo Legens es magnífica, aportando un apéndice con documentos que completan la obra, tales como entrevistas y artículos del propio Waugh, reseñas de la época y testimonios de sus vecinos, que conocieron el episodio real de primera mano. No obstante, esto no altera el juicio anterior de que estamos principalmente ante una obra sólo apta para entusiastas seguidores de Waugh que no quieren perderse nada de lo que escribió este genio.

La prueba de fuego de Gilbert Pinfold. Evelyn Waugh. Homo Legens. 245 páginas

« Previous Entries

top