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Auguste Comte, revolucionario a su pesar. Estanislao Cantero

No es muy frecuente encontrarse, en nuestro mundo de tuits, tertulianos y opinadores varios, con alguien que ha estudiado a fondo un tema, que lo ha pensado de veras, que lo conoce y domina y que, en consecuencia, es capaz de explicarlo y hacerlo comprensible. Cuando uno se topa con alguien así ha encontrado un tesoro y puede darse por satisfecho. Es lo que ocurre con el libro de Estanislao Cantero sobre Comte, publicado recientemente por Marcial Pons.

Estanislao Cantero lleva años “conviviendo” con Comte y con su tiempo, con sus amistades, seguidores, detractores. Ha vivido sus polémicas, le ha acompañado en sus momentos de gloria y en aquellos otros de fracaso y soledad; incluso ha estado junto a él, observándole, cuando parecía perder el juicio. Todas estas experiencias, nacidas de tantas lecturas (ya entenderán que lo de convivir es metafórico, estando Estanislao Cantero felizmente entre nosotros), se plasman en este libro, Auguste Comte, revolucionario a su pesar. El control social contra la libertad y el derecho, completísimo compendio de la vida, obra y alcance del padre del positivismo.

El libro empieza abordando la biografía de Comte, pues su pensamiento, como no podía ser de otro modo, se va desarrollando a la par que sus vivencias, en una influencia mutua entre pensamiento y vivir. Aquí, la erudición de Cantero se despliega con todo su poderío, pero no para abrumarnos con datos irrelevantes, sino para mostrarnos lo necesario y además de un modo sumamente atractivo, que hace la lectura del libro si no cómoda, pues el tema exige por sí mismo un cierto grado de atención, sí accesible e incluso absorbente. Aunque para ser justos hay que reconocer que este empleo, acertadísimo y nunca pesado, del vasto acopio de información de que dispone el autor no se limita a la parte biográfica del libro, sino que se extiende al conjunto del mismo.

Tras la biografía, e intrincada con ella, Cantero va desgranando el pensamiento comtiano. El tema no es una cuestión que interese solamente a unos pocos especialistas en su ya tópica torre de marfil, sino que tiene un enorme impacto en nuestra vida pues a Comte debemos algunas de las aportaciones que han configurado nuestro mundo y que siguen muy vigentes. Algunos ejemplos bastarán para convencernos de la importancia de los temas tratados: la humanidad sustituyendo a Dios, o mejor, erradicándolo y ocupando su lugar, el desprecio al estudio de las causas y el interés en el puro fenómeno, la defensa de unos pocos que detentan la “ciencia” y a los que el común de las gentes deben someterse, el positivismo moral, los  nuevos instrumentos de control social , la opinión pública, el sometimiento del poder espiritual por parte del poder temporal, la familia concebida como mero órgano del Estado… Como ven, cuestiones de plena actualidad que ya eran nucleares en Augusto Comte. Y si no, miren lo que escribía Comte, y que cita Cantero, en 1826: “En toda sociedad normal, las nociones de bien o de mal destinadas a dirigir la conducta de cada uno en las diversas relaciones sociales (e incluso en la vida puramente individual en cuanto pueda influir en esas relaciones), deben reducirse a lo que está prescrito o prohibido por preceptos positivos”. Tremendo, sí, pero muy iluminador para entender el mundo en que vivimos.

El libro es, además, rico en sugerencias y comentarios que harán las delicias del lector con algo de conocimientos sobre el mundo político y de las ideas en la Francia decimonónica. Por ejemplo, el capítulo dedicado a las influencias de Maistre y de Bonald es muy interesante, así como la cuestión de la impronta comtiana en Maurras, que insistió siempre en defenderse de la acusación de seguir a Comte y cuya filosofía atacaba sin medias tintas (“por la omisión metódica de las causas, el positivismo está en las antípodas del catolicismo. Se ha dicho en la Action Française tantas veces como ha sido necesario”).

Ya ven, estamos ante un libro potente, fruto de un profundo conocimiento de la materia que aborda, pero que precisamente por ello no es farragoso, cumpliéndose aquello de que son los que saben mucho de un tema

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