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Tipos diversos. G. K. Chesterton.

Leer a Chesterton siempre es una delicia… y una fuente de sorpresas agradables. Uno de sus libros recientemente publicados en España, Tipos diversos, confirma esta apreciación.

Estamos ante una colección de veinte retratos breves (de seis a ocho páginas) que fue publicada en su versión definitiva, la que ahora llega a nuestras manos, en 1908. Los personajes, con predominio de los provenientes del ámbito anglosajón, son variados: desde la Reina Victoria a Stevenson, desde Byron a Savonarola, desde Tolstoi a Walter Scott. Cuando uno revisa el índice tiene la tentación de dirigirse a aquellos que más conocemos y ante los que nuestra curiosidad es más intensa, deseosa de conocer lo que Chesterton tiene que decir de ellos. Ese acercamiento al libro, no obstante, me parece erróneo. Voy a argumentar porqué.

Ese planteamiento tendría sentido si estuviésemos ante una colección de biografías al uso, pero estamos ante Chesterton. Y además ante unas “microbiografías”, en realidad un par trazos que dibujan algo esencial del personaje pero que no pretenden explicárnoslo exhaustivamente. La pretensión de Chesterton es mostrar algún rasgo que, oculto o mal entendido por regla general, son claves para comprender al personaje y para comprender también algún aspecto recurrente en la peculiar y riquísima visión que del mundo tiene nuestro autor. Se agradece un cierto conocimiento precio del retratado, aunque tampoco es imprescindible, porque de lo que se trata es de ir desgranando las grandes intuiciones, los grandes descubrimientos, las grandes certezas que Chesterton quiere compartir con sus lectores.

Así, en las páginas más inesperadas, dedicadas a un personaje caído en el olvido (si es que alguna vez fue célebre más allá del canal de la Mancha) o que a priori encierra un interés mínimo, salta la liebre y Chesterton nos deleita con comentarios enjundiosos y miradas reveladoras. Los temas que nos van saliendo al paso son los clásicos chestertonianos, muchos de ellos enunciados brevemente pero con toda la brillantez que caracteriza a Chesterton. Algunos, que todo lector chestertoniano reconocerá fácilmente, son el carácter de las promesas, la infelicidad de quien busca el placer, la necesidad de la alabanza, la mirada inocente sobre la Creación, la crítica a partir de las virtudes del criticado, el ascetismo como alegría, la naturaleza de la locura, la naturalidad de la poesía, la necesidad de mirar las cosas como la primera vez, la diferencia entre humanidad y hombres, la profundidad de lo superficial o la insensatez del progresismo que piensa que lo pasado es peor que lo presente por el hecho de serlo (lo que está ya condenando esta afirmación, es cuestión de tiempo). Puro Chesterton, vamos.

Por último reseñar la magnífica traducción de Victoria León, tarea ésta mucho más difícil de la que uno podría pensar a primera vista (basta asomarse a los originales en inglés para percatarse de esto) y la cuidada edición de Espuela de Plata.

Tipos diversos. G. K. Chesterton. Espuela de Plata. 184 págs.

Decisiones responsables. J. C. de Polavieja.

No resulta muy común encontrar un libro en el que la columna vertebral de la trama sea una decisión económica; lo habitual suelen ser amoríos, crímenes, aventuras y otras cuestiones por el estilo. Claro que en este caso no estamos ante una decisión económica más, sino ante la disyuntiva de reintroducir el patrón oro. Ni tampoco estamos ante un protagonista y un escenario banal, sino ante el mismísimo Winston Churchill al mando del Tesoro británico en 1925.

Así, Churchill debe enfrentarse a una decisión cargada de consecuencias y las presiones pronto se desatarán, principalmente desde los influyentes medios financieros, más que interesados en el retorno al patrón oro. Las presiones, que Churchill intentará capear, se irán encarnando en diferentes personajes que van a conformar una narración que se lee con interés y en la que la intriga se mantiene hasta su desenlace. La pluma de Juan Carlos García de Polavieja es sumamente hábil para mantener al lector en vilo y consigue además manejar las tramas paralelas sin nunca despistarnos de lo que constituye el río principal, sino más bien enriqueciéndolo y dotándolo de contexto.

Porque si bien la trama del libro es eminentemente económica y eso se nota en algunas conversaciones que, sin ser académicas, pueden resultar algo más dificultosas para un lector ajeno a ese mundo, este Decisiones Responsables plantea un buen puñado de cuestiones adicionales. La relación de Churchill con las mujeres, el modo de funcionamiento del gobierno británico, el poder del mundo de las grandes finanzas y la relativa independencia de los poderes que se dicen, e incluso pueden llegar a creer, soberanos, el papel de los católicos ingleses como testimonios martiriales de una Inglaterra cristiana cuyos ecos resuenan aún, la pedantería académica frente al ejercicio del gobierno, las condiciones de vida miserables en las modernas ciudades, las convenciones sociales de la época, el carácter de Eduardo, el príncipe de Gales que se vio forzado a abdicar y hasta el imperialismo más descarnado tienen su lugar en esta obra. ¿Quién había dicho que sólo trataba de economía y de tipos de cambio?

La elección del autor de la forma autobiográfica, estamos ante unas “memorias” de Winston Churchill en las que repasa ese intenso momento de su vida, aparece como una opción arriesgada pero finalmente muy acertada. El principal problema, conseguir que la voz de Churchill sea creíble, es solventado con el buen hacer del autor, que consigue introducirnos en el “manuscrito”. Las ventajas son grandes, empezando por la capacidad para mostrarnos el discurrir intelectual del protagonista y para combinar a la perfección los aspectos más oficiales del relato con las vivencias más personales, banales incluso, pero que tienen su influencia en el desarrollo de la historia.

Estamos pues ante un libro muy bien escrito que gustará no sólo a los interesados en la historia económica sino a todos aquellos interesados en la política del siglo XX y, en especial, en el personaje, repleto de claroscuros, de Winston Churchill.

Decisiones responsables. J. C. de Polavieja. Sekotia. 232 págs.

La Casa del Ángel de la Guarda, Kathy Clark.

La Casa del Ángel de la Guarda narra la vida de dos niñas judías húngaras, Susan y Vera, escondidas junto a muchas otras en un convento en Budapest durante la Segunda Guerra Mundial. Una historia de judíos, nazis, monjas, sufrimiento, amistad, familia, persecución, miseria y grandeza moral. Una historia como tantas otras, pensarán algunos, pero se equivocan.

La Casa del Ángel de la Guarda es una historia especial porque es una historia verdadera y porque el relato es fiel a ella. Y nos descubre que la realidad no necesita exagerar ni adoctrinar, sucede y punto. Así, la verdadera historia de la familia de Susan y Vera es dura, durísima, como lo fue la de los judíos húngaros especialmente entre 1944 y 1945, pero no es truculenta ni la autora (hija y sobrina de las protagonistas) se desliza en ningún momento hacia el panfleto ideológico. De hecho, los momentos críticos son pocos y el relato acompaña a las pequeñas y desconcertadas niñas judías a lo largo de su vida cotidiana escondida detrás de los muros de un convento de monjas, una especie de oasis en medio de la destrucción, que se verá afectado por lo que sucede extramuros pero que será violado sólo en una ocasión.

Si, como hemos dicho, la fuerza del libro reside en que nos narra una historia real sin necesidad de cargar las tintas en un sentido o en otro, el tratamiento de la actuación de las monjas católicas que se juegan su vida para salvar a numerosas niñas judías, explicado con sobriedad y realismo, es una carga de profundidad contra quienes se han empeñado en hacernos creer que hubo complicidad por parte de la Iglesia con los nazis (lo que no significa que no hubiera católicos débiles que miraron para otro lado o incluso colaboraron con el nazismo, como colaboraron con el comunismo o con otras perversas ideologías). Pero la historia de generosidad, de amistad, de respeto hacia las niñas judías, su identidad y su religión (respeto que no está reñido con afirmar con claridad el credo católico, al contrario) arrojan un poco de luz a una cuestión que ha sufrido tanta manipulación en tiempos recientes.

La historia, por otro lado, está bien explicada y resulta entrañable. Los personajes, Susan y Vera, sus padres, la “tía” Isi, una amiga católica de la familia que resulta clave tanto para la salvación de las niñas como para el inicio de una nueva vida, acabada la contienda, en el lejano Canadá, su prima Julia, las monjas, en especial la hermana Inés, las niñas refugiadas en esa “Casa del Ángel de la Guarda”,  Lena, la refugiada gitana, todos tienen unos perfiles bien definidos y transmiten veracidad, algo que la autora consigue con un estilo sencillo, nada pretencioso, comedido e intimista a un tiempo.

En tiempos de cerrazón ideológica es de agradecer que se publiquen libros como éste, que con su sencillez y explicándonos tal cual lo sucedido a unas niñas judías de Budapest nos ayudan a comprender mejor y a darnos cuenta de que mucho de lo que nos explican sobre ese periodo infausto de la historia es mercancía adulterada.

Especialmente indicado para interesados en conocer la realidad de la persecución contra los judíos en Hungría y amantes de las historias familiares.

La Casa del Ángel de la Guarda. Kathy Clark. Bambú. Colección Bambú Vivencias. 248 págs.

Lo que hay que tener. Elegidos para la gloria. Tom Wolfe

Ahora que estamos celebrando el cuarenta aniversario de que un hombre, el ruso Yuri Gagarin, viajara por primera vez por el espacio, no es mala idea retomar las páginas que Tom Wolfe dedicó a los inicios de la gesta espacial, esta vez contemplada desde el lado estadounidense.

Lo que Wolfe nos narra en “Lo que hay que tener” (título que se refiere a esa mezcla de temeridad, sangre fría, destreza, fortuna y algún otro componente más que necesita un buen piloto de pruebas) es la génesis, desarrollo y cumplimiento del proyecto Mercury, el proyecto que lanzó la NASA para intentar no quedarse aún más atrás y colocar también ellos un hombre en el espacio, primero, y un hombre en órbita, después. El relato se inicia antes del lanzamiento propiamente dicho del proyecto, presentándonos el autor el ambiente y el estilo de vida de los pilotos de pruebas militares entre los que se elegirían a los primeros astronautas y acaba con la segunda promoción de astronautas, los que se marcaron como objetivo llegar a la luna antes que los soviéticos y entre los que aparece un joven y entonces desconocido Neil Armstrong.

Pero Wolfe no se limita a explicarnos una historia de astronautas, de desafíos y retos alcanzados, sino que aprovecha para poner ante nuestros ojos un interesante fresco de la sociedad norteamericana de la época. Así, vamos a ver el nacimiento de un nuevo tipo, el astronauta, inicialmente rechazado por sus pares debido al escaso control de pilotaje real para luego ser idolatrado por absolutamente todo el mundo, desde las masas al presidente de los Estados Unidos. También observaremos los miedos de una época, la de la guerra fría, y la sensación que se producía en Norteamérica cada vez que la Unión Soviética daba un paso adelante en la carrera espacial (podías imaginar un Vostok ruso sobrevolando América y dejando caer una bomba atómica ante la impotencia estadounidense). Veremos nacer algo que ha llegado a su clímax en nuestros días, como es la explotación y exposición mediática de la vida de una serie de personas seleccionadas, en este caso los astronautas y sus familias, que firmaron un suculento contrato de exclusiva con Life y que pasaron a formar parte de la vida cotidiana del norteamericano medio.

No vamos a descubrir aquí el talento narrativo de Tom Wolfe; de arranque algo lento, el libro despega y mantiene un ritmo e interés que ya no decaerán hasta la conclusión del mismo. Su estilo, encuadrado dentro de lo que se llamó el Nuevo Periodismo, combina documentación exhaustiva con un tono narrativo de ficción que nos acerca a las vivencias de los protagonistas del relato. Aquí está su fuerza, al hacernos los hechos mucho más cercanos que cuando nos limitamos a leer el “qué, cómo, cuándo, dónde y porqué”, pero también está su debilidad. Y es que si Wolfe consigue que tengamos la impresión de ser espectadores privilegiados, en primera fila, de los albores de la carrera espacial, sus frecuentes alusiones a estados de ánimo, pensamientos, opiniones íntimas, acaban por hacernos dudar de la completa fiabilidad de lo que nos está explicando. Descubrimos entonces que estamos asistiendo al espectáculo en primera fila, sí, pero que vemos a través de unos ojos, los del escritor, que no son neutrales, que tienen un marcado sesgo. Lo que ganamos en cercanía lo perdemos en objetividad. ¿Y cuál es el sesgo de Wolfe? Me atrevería a decir que la firme creencia en la imposibilidad de que, en pleno siglo XX, puedan existir personas que actúen sencillamente por sentido del deber o por otros principios trascendentes. La carrera espacial lo tiene todo para poder ser definida como una epopeya, pero Wolfe insiste en pintarnos la escena con tonos marcados por la ambición, el egoísmo y la competitividad poco escrupulosa. Pero a pesar de todo, la aventura de los primeros hombres cabalgando un cohete por el espacio es tan potente que la épica del relato no puede borrarse por completo.

A falta de hitos reseñables de la astronáutica actual, pronostico un rosario de celebraciones  siguiendo las diferentes etapas de la carrera espacial durante los años 60. Este libro es una buena manera de celebrarlo enriqueciéndonos un poquito más.

Indicado para amantes de la épica espacial y del Nuevo Periodismo de Wolfe, Capote Mailer.

Lo que hay que tener. Elegidos para la gloria. Tom Wolfe. Traducción J.M. Alvarez Flórez y Angela Pérez. Editorial Anagrama, 360 págs.

La incomparable Isabel la Católica. Jean Dumont

Quienes acudan al magistral libro del hispanista francés Jean Dumont en busca de una biografía de la Reina Católica (por cierto, título que no se debe a los forofos de Isabel sino que fue formalmente otorgado por el Papa) donde conocer todos los pormenores de la vida de la reina se habrán equivocado. Porque el libro es otra cosa, ni mejor ni peor, simplemente otra: un repaso y un balance a los principales hechos y decisiones políticas que nos sirven para comprender toda una época que, además, es clave para entender España y, en cierto modo, el mundo en que vivimos. Que, tras su lectura, aparezca la figura de una reina prudente, visionaria, decidida, valiente y, como quien no quiere la cosa, santa, es el resultado final de ese balance, sugerido por los datos más que afirmado, y que alejan este libro del género hagiográfico, pues de un libro de historia, y rigurosa, se trata.

Y es que uno de los rasgos que definen este trabajo de Dumont es su rigor, su dominio de toda una época, y la cantidad de datos concretos que van apuntillando sus afirmaciones y juicios; y esto sin caer nunca en el academicismo, pues el libro se lee con gusto y está destinado a un lector culto pero no necesariamente académico. Dumont, por otra parte, no rehúye las cuestiones polémicas, al contrario, las aborda de frente y en muchas ocasiones en abierto y documentado desacuerdo con algunos de los historiadores más reputados, que salen malparados ante el rigor del autor. En este sentido destacan las numerosas desautorizaciones al también francés Joseph Pérez, al que Jean Dumont reconoce los méritos, cuando los tiene, pero al que desarbola cuando sostiene datos erróneos o realiza comentarios sesgados.

Otro de los grandes méritos del libro es su capacidad para comprender la época y explicar las motivaciones de las decisiones que toma Isabel. Aquí lo fácil, y lo más común, es juzgar desde nuestra mentalidad en un ejercicio de anacronismo que da lugar a pésimos resultados. También se puede caer en el vicio contrario de aceptar acríticamente todo lo que hizo esta brillante estadista. Dumont no hace ni una cosa ni la otra: primero intenta comprender la situación, los condicionantes, las alternativas reales, para luego explicarnos el camino que tomó la Reina, su lógica y motivaciones. Algunas decisiones nos aparecen como innegablemente acertadas, otras como más grises, disyuntivas difíciles en las que resulta difícil emitir un juicio, pero nunca se erige en un juez moderno que reparte sentencias de culpabilidad desde el confort de nuestro presente.

Los aspectos que aborda el libro son capitales: desde la infancia y juventud de Isabel con su accidentado acceso al trono de Castilla y su matrimonio de amor y estrategia a un tiempo, hasta los principales hitos de su reinado: conquista de Granada, expulsión de los judíos, problema morisco, instauración de la Inquisición, descubrimiento y evangelización de América (por cierto, Cristóbal Colón no sale muy bien parado). Aunque no sea el tema más crucial, el capítulo dedicado a la labor de mecenazgo de Isabel la Católica sobre las artes es impresionante y echa por tierra la imagen tópica de un reinado oscurantista. No parece exagerado decir que la España de los Reyes Católicos fue el centro mundial del arte, hecho que confirman los numerosísimos artistas que desde toda Europa vinieron a la península para enriquecerla en lo que se conoció como estilo isabelino. También resultan sumamente reveladoras las páginas dedicadas a la Inquisición y al problema de los conversos judaizantes, que nos dan una visión ecuánime y desapasionada de un tema muy delicado, resultando en una visión muy diferente de las comúnmente aceptadas. En suma, estamos ante un magnífico libro de historia que nos ayuda a comprender toda una época, aunque el título pueda llevarnos a engaño.

La incomparable Isabel la Católica. Jean Dumont. Ediciones Encuentro, 242 págs.

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