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La casa de Matriona. Incidente en la estación de Kochetovka. Alexander Solzhenitsyn

Tanto La casa de Matriona como Incidente en la estación de Kochetovka son dos relatos cortos basados en la propia experiencia de Solzhenitsyn en dos momentos de su vida: el intento de reintegrarse a la vida “normal” a mediados de la década de los 50, después de su experiencia en el Gulag, y la retaguardia durante la Segunda Guerra Mundial.

Ambos relatos son pequeñas obras maestras en las que todo parece fluir con facilidad. Las descripciones, tanto de lugares como de personas, nos sitúan rápidamente en el escenario donde se mueven unos personajes que a través de pequeños gestos, pensamientos y de lo que van revelando en conversaciones, adquieren dimensión propia al cabo de pocas páginas. La escritura es realista, atenta al detalle, sin caer nunca en lo desagradable, y fluye con una muy conseguida combinación de delicadeza y vigor.

Estos rasgos hacen que fácilmente podamos pensar que estamos ante unos relatos anecdóticos, escenas que se exponen ante nuestros ojos sin mayores pretensiones. Pero la maestría de Solzhenitsyn reside precisamente en mostrar mucho, muchísimo, a través de la exposición de unas situaciones que podrían parecer periféricas y sin importancia, y que sin embargo nos lo dicen todo, tanto acerca de la vida bajo el comunismo como de lo que da sentido a nuestra vida.

Estamos pues ante una auténtica y artística vivisección del mundo comunista, ante el que la única salida está en la actitud sencilla y volcada en el prójimo, cristiana en una palabra, de la vieja Matriona, despreciada por todos pero que supone un dique contra la maldad que se apodera del mundo. En el caso de la estación de Kochetovka conoceremos cómo el ambiente de desconfianza y delación que caracteriza a la sociedad comunista provoca que gente que por otra parte no es especialmente malvada, incluso todo lo contrario, acabe cometiendo atroces injusticias.

Dos pequeños relatos que valen su peso en oro y que ofrecen material para la reflexión pausada y fructífera.

La casa de Matriona. Incidente en la estación de Kochetovka. Alexander Solzhenitsyn. Tusquets. 194 páginas.

Sobre el amor humano. Gustave Thibon

En Sobre el amor humano el filósofo francés Gustave Thibon nos ofrece una reflexión seria y desbordante de una sabiduría tranquila y fundada en la realidad. El libro se compone de cuatro partes, que en realidad son escritos independientes, pero que el autor reunió en un solo libro en 1962 y que ahora podemos leer en traducción al español.

El primero aborda el conflicto entre el espíritu y la vida y el segundo, bajo el título Sentido y Espíritu, aborda la tensión inherente a nuestra parte espiritual frente a nuestra vida sensitiva. En estos dos capítulos Thibon dialoga sobre todo con Nietzsche y por otra parte defiende la unidad del hombre, cuerpo y alma, que nunca puede ser ni ángel ni animal por completo.

El tercer capítulo, titulado Amor y Matrimonio, es en mi opinión el más valioso, una pequeña joya que aúna claridad y profundidad de pensamiento con un enorme realismo basado en la experiencia. No estamos ante un ejercicio descarnado, al contrario, pero tampoco nos movemos en el plano de los hechos consumados. Uno, que ya lleva unos cuantos años disfrutando del matrimonio, no puede dejar de pensar en lo bueno que sería que todos los jóvenes que se plantean el matrimonio o que han empezado su singladura matrimonial leyeran este breve capitulo. Les sería sin duda de gran provecho.

Por último, el capítulo titulado Purificacion del Amor aborda las etapas de un amor que no quiere agotarse en el tiempo, pero sin caer en una visión rosa e irreal. Así, el amor que nace pasa por una crisis y está llamado a superarla en una transfiguración.

Un último comentario: toda la obra está salpicada de agudas y profundas reflexiones que harán disfrutar al lector atento.

Sobre el amor humano. Gustave Thibon. El Buey Mudo. 150 páginas.

El despertar de la señorita Prim. Natalia Sanmartín Fenollera

El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín Fenollera, podría parecer a primera vista una novela más de entre los muchos bestsellers facilones y sentimentales que tanto abundan y con los que no vale la pena perder ni un minuto. Sería un gravísimo error, pues estamos ante una novela inteligente, bien escrita y que aunque se lee con placer no es para nada superficial.

La narración sigue la vida de Prudencia Prim, contratada como bibliotecaria por un hombre singular, el hombre del sillón, que vive en un pequeño pueblo, San Ireneo de Arnois, junto a sus cuatro sobrinos. La señorita Prim pronto comprenderá que el pueblo y sobre todo sus pobladores son atípicos, que han ido a parar a una especie de refugio rural para personas que huyen del mundo moderno para vivir unas vidas más humanas. Un pueblo distributista al estilo de Chesterton que provoca la envidia del lector, quien en más de una ocasión desearía de todo corazón mudarse a ese San Ireneo soñado.

El libro une a Chesterton otras fuentes de inspiración más o menos evidentes: Jane Austen, C.S. Lewis (que la autora ha reconocido que tomó, parcialmente, como modelo del hombre del sillón), Dostoievski… Pero el gran logro de Natalia Sanmartín es que no estamos ante una novela en la que la tesis, que existe, ahogue el relato, sino que éste toma vida propia, coherente y natural y consigue que el pueblo, su entorno, sus gentes y las peripecias que allí vive la señorita Prim sean creíbles y, a menudo, muy divertidas, sin dejar por ello de ofrecer material para la reflexión.

El relato tiene una primera parte en la que prima el descubrimiento progresivo de la casa y del pueblo en los que la señorita Prim se ha instalado, lo que da pie a numerosas situaciones hilarantes, mientras que la segunda parte del libro va dejando paso a un mayor protagonismo de las cuitas sentimentales de Prudencia Prim y, en torno a las mismos, a una reflexión sobre lo que es y supone el amor matrimonial y una visión trascendente de la vida.

La obra está repleta de referencias literarias pero nunca se hace pesada y fluye con naturalidad, en parte gracias a unos diálogos muy bien perfilados. Si algún pero se le puede poner es su final, que sugiere más que explica, pero que en ningún caso estropea una magnífica y antimoderna novela.

El despertar de la señorita Prim. Natalia Sanmartín Fenollera. Planeta. 350 páginas.

 

Pastel de crema de pepinillos. Jolly Roger Bradfield

Ya hemos reseñado aquí otro libro de Bradfield, El palo de jockey volador. Pues bien, en este Pastel de crema de pepinillos el autor continúa por la misma senda e incluso se supera a sí mismo.

Estamos una vez más ante unas ilustraciones con gran fuerza expresiva, amables y que siempre están al servicio de lo relatado. Aparece también el tema del asombro, tan necesario en este mundo, así como otra serie de virtudes. Pero el libro, que moraliza, y lo decimos sin ningún problema, no es moralizante en el sentido de que tiene sentido y gracia por sí mismo. Es divertidísimo, sorprendente, con una estructura perfecta y se lee por el puro placer de disfrutarlo. Además tiene moraleja. ¿Qué más se puede pedir?

Pastel de crema de pepinillos. Jolly Roger Bradfield. Encuentro. 64 páginas

Cuentos y leyendas cristianos, Rossana Guarnieri

A menudo olvidamos que la fe, cuando es verdadera, genera una cultura en la que las diversas creaciones humanas quedan transidas de esa fe que todo lo penetra; aquí radica el secreto de la civilización cristiana cuyos frutos, por mucho que nos empeñemos en autoflagelarnos, no tiene rival.

Las leyendas que se nos presentan en este libro son una muestra de esta fe que genera una cultura; muestra menor si la comparamos con grandes creaciones artísticas como, por ejemplo, la Capilla Sixtina, pero que tiene la ventaja de que la podemos tener en casa y leer cuando nos venga en gana.

Las leyendas y cuentos cristianos que se nos presentan están, además, bien escritos. Se trata de 21 relatos, de longitud justa para leer antes de irse a la cama (lo suficiente largos para dejar satisfecho al auditorio, lo suficientemente breves para el frecuentemente agotado lector), bien escritos y que mantienen la atención yendo sin muchos rodeos al núcleo de la narración.

En este sentido, como pasa con todo lo tradicional, son narraciones tremendamente eficaces. Sólo un mundo pagado de sí mismo y henchido de pedantería ha podido despreciar un estilo de narrativa popular que, cuando es contemplada sin prejuicios, es toda una maravilla.

Los cuentos no defraudan nunca a la concurrencia y si algún pero podríamos encontrar sería el de cierta previsibilidad en algunas ocasiones. No obstante, esta previsibilidad es para los oídos de un perro viejo como el que esto escribe, que no puede dejar de ver referencias y préstamos de otras obras de su estilo (e incluso de la mitología griega, debidamente reciclada y cristianizada); hecha la prueba ante oídos más jóvenes, se comprueba que el recurso a la sorpresa sigue funcionando en los niños de hoy en día.

Los relatos se completan con numerosas ilustraciones en color, de carácter realista, muy expresivas, y cierto aire de boceto rápido, que ayudan al lector a situarse y visualizar la acción.

El libro resulta, en nuestra opinión, un gran acierto y creemos que puede resultar un instrumento valioso para, al mismo tiempo que disfruta, transmitir una serie de principios y modos de comprender la existencia cristianos que irán forjando una mentalidad, esa segunda naturaleza de la que hablaban los clásicos, profundamente cristiana.

Estamos convencidos de que hará un gran bien en aquellos afortunados que puedan leerlo, por lo que, y aunque no resulte muy académico, les recomiendo que si tienen hijos a partir de los siete u ocho años no dejen de aprovechar cualquier excusa para regalar a sus vástagos este pequeño tesoro.

Cuentos y leyendas cristianos, Rossana Guarnieri. Rialp. 125 páginas

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