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Puck de la colina de Pook. Rudyard Kipling

Puck de la colina de Pook es uno de esos libros cuyo objetivo es promover el amor a la patria, en este caso Inglaterra, entre sus jóvenes lectores. Con un pequeño detalle: ese objetivo recae en las manos de Rudyard Kipling y lo que en manos de otro escritor podría haber resultado un panfleto, en manos de Kipling se convierte en un relato magnífico.

El libro parte de un hecho fortuito en el que dos hermanos provocan la aparición del viejo Puck, el viejo y travieso duende que ya apareciera en el Sueño de una noche de verano de Shakespeare, quien tiene el poder de traer a diferentes personajes del pasado que explicarán a los jóvenes los hechos de los que fueron protagonistas y que fueron conformando la historia de Inglaterra. Así, visitaremos la época de los romanos, la invasión de los normandos o la proclamación de la Carta Magna, en un hábil ejercicio por el que todos estos lejanos hechos van a quedar relacionados.

Para un lector español del siglo XXI el libro puede no tener mayor interés, mas allá de disfrutar de lo bien escritos que están algunos pasajes. No obstante, el libro resulta interesante para comprender la mentalidad de Kipling y de la Inglaterra de su época. A este respecto resulta significativa la insistencia en la unión de razas, subsumidas en una Inglaterra eterna que preexiste místicamente a pueblos, razas e individuos. También destaca la visión positiva de los judíos, la relativización de las creencias religiosas, subordinadas al culto a la nación, y el ataque a la Reforma por su celo iconoclasta.

El libro recoge además una serie de poesías, que resumen los distintos capítulos, y es rico en referencias literarias inglesas, especialmente shakesperianas, algo que sorprende hoy en día pero que los niños ingleses de hace un siglo no debían de ver como algo inalcanzable.

 

Puck de la colina de Pook. Rudyard Kipling. Siruela. 256 páginas

El secreto del relojero. Tonke Dragt

Tonke Dragt es una de las voces más importantes y premiadas en el mundo de la literatura infantil y juvenil actual, con obras de indudable mérito en su haber. En esta ocasión Siruela nos brinda una obra menor, un divertimento en torno al concepto de tiempo, titulado El secreto del relojero. La obra destaca en primer lugar por algo que ya viene siendo una constante en el tándem Dragt-Siruela: estamos ante un libro bello, editado con cuidado en cada uno de sus detalles, rico en ilustraciones que tienen interés en sí mismas y que no sólo acompañan, sino que complementan la narración.

En lo que se refiere al ritmo de la narración y a la calidad de la misma no sorprenderemos a nadie si decimos que está plenamente conseguida. A Tonke Dragt le sobra oficio para construir un relato que atrape al lector y lo hace desde una construcción impecable y para nada trivial. En tiempos en que parece que para interesar al lector uno debe abocarse a un festín de diálogos, interjecciones y onomatopeyas, se agradece que aún existan escritores que apuestan por un lenguaje cuidado.

El tema abordado, el del tiempo y, más en concreto, la posibilidad de viajar a través del tiempo y las consecuencias que el uso de esa máquina del tiempo pueden producir, no es nuevo. Dragt es, y así lo puede observar con cierta facilidad cualquier lector avezado, deudora de la abundante literatura acerca de las máquinas del tiempo. Uno, que no es un lector novel, no puede dejar de adivinar influencias numerosas, que aquí son utilizadas por la autora, algo que no nos parece recriminable, al contrario. Desde el obvio H. G. Wells a incluso las películas Regreso al futuro, pasando por Verne, Tonke Dragt retoma un tema clásico para esta obrita de género que, por otra parte presenta como dos manuscritos encontrados, en parte coincidentes, en parte contradictorios.

Estamos pues ante una obra interesante y formalmente bien montada, que no obstante adolece de un par de defectos, de mayor o menor importancia. En primer lugar, la obra no aporta nada nuevo al género. Defecto menor, pues no se trata de revolucionar la historia de la literatura con cada obrita que aparece y el uso de situaciones y argumentos provenientes de otras obras no sólo es legítimo, sino que incluso puede ser una virtud. Ahora bien, uno hubiera agradecido algún giro inesperado, una aportación personal que sumar al género de la literatura de viajes a través del tiempo. El segundo defecto es, a mi parecer, mayor: su final abierto. Es posible que yo sea un simple y no sepa apreciar la valentía de un final abierto, pero lo cierto es que siempre me han molestado y me han parecido la salida fácil, y a menudo deshonesta, de quien se ha metido en un embrollo argumental y no sabe por dónde salirse. Casi todas las veces que el autor me ha trasladado la responsabilidad de concluir el relato he sentido una desagradable sensación de estafa. Continúo pensando que Tonke Dragt es una gran escritora y el mismo libro lo confirma, pues se lee con agrado y, a pesar de todo, uno guarda un buen recuerdo del mismo después de su lectura, pero creo que hubiera sido deseable algo más de ambición para resolver un relato que la propia autora ha ido complicando, con gran acierto, pero para el que nos deja con la miel en los labios.

El secreto del relojero. Tonke Dragt. Siruela. 144 páginas

Una dulce historia de mariposas y libélulas. Jordi Sierra i Fabra

La historia que propone Jordi Sierra en este libro es diferente. Ambientado en la China de los años 70 del siglo pasado, nos invita a acompañar a un padre, Qin, humilde campesino que junto a su burro, Veloz, emprende camino para encontrar, y comprar, una niña muerta que pueda acompañar a su recién fallecido hijo menor, Zhai, en su nueva vida en el más allá.

Este argumento le sirve a Sierra para desarrollar una historia intimista, en la que la acción a menudo queda escondida entre los prolijos prolegómenos y la muestra de sus resultados, dejando paso a la construcción de personajes, muy en especial el viejo (no tanto por la edad como por la dureza de la vida campesina) Qin, realmente entrañable, pero también su esposa Gong, el resto de su familia y, de un modo sugerente y brillante, su nueva nuera, Ziyi, a quien sólo conocemos muerta pero a la que el autor consigue dotar de personalidad definida en pocos párrafos.

El libro está escrito con un estilo “a lo chino” (o al menos a lo que los occidentales consideramos chino), esto es, lento, preciosista, poético, delicado. Aunque con carácter propio, recuerda en ciertos momentos a la novela de Baricco, Seda, también de temática oriental y donde el recurso al capítulo de reducidísimas dimensiones es común con la obra que nos ocupa (también me parece evidente la filiación con la Odisea, paradigma del viaje, de la marcha y retorno a casa). El estilo cuadra bien con la intención del autor y confiere credibilidad a la obra, si bien no consigue evitar, en mi opinión, momentos en los que la tensión se afloja en demasía y las imágenes y descripciones más o menos poéticas se alargan en exceso. Esa falta de ritmo ocasional nos plantea una cuestión: ¿se trata de falta de sensibilidad para apreciar la lentitud oriental por parte de occidentales demasiado acostumbrados a ritmos espasmódicos o bien un defecto de escritura, aquí o en la Conchinchina? Una posible respuesta puede venir de la comparación de las películas de Zhang Yimou con, por ejemplo, La bicicleta de Pekín, y me temo que será más bien favorable a la segunda de las hipótesis.

El otro gran acierto de Sierra es el modo como trata las tradiciones, la mentalidad, la cosmovisión chinas, un modo respetuoso y para nada ridiculizador de algo que a sus lectores en principio les chocará cuando no les horrorizará. Pero la forma tranquila de argumentar de Qin nos mostrará que no es tan descabellada esa tradición, que en el fondo concreta el deseo de seguir amando a alguien aún después de muerto. Porque esa relación con quienes nos han precedido en el paso por la muerte es algo que se va haciendo cada vez más real a lo largo de la obra, de forma nada forzada.

En definitiva, estamos ante una obra atípica, de valor indudable y dimensión espiritual innegable, que nos deja una serie de retratos magníficos y nos habla de lo que son capaces los seres humanos cuando son movidos por el amor y la lealtad. En el pasivo, quizás, alguna debilidad en el ritmo de la obra, provocado por la ambición de escribir un libro “chino”. Siruela presenta su colección Las Tres Edades, de la que forma parte este libro, para lectores de 8 en adelante; por todo lo dicho creo que se trata de una obra para los de “adelante”, a partir de 14 o 15 años como mínimo.

Y para acabar una mención a las ilustraciones de Pep Montserrat, magníficas y adecuadísimas al texto, como ya nos tiene acostumbrados.

Una dulce historia de mariposas y libélulas. Jordi Sierra i Fabra. Siruela. 156 páginas

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