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Lord Jim. Joseph Conrad

Lord Jim, una de las obras más célebres de Joseph Conrad, es uno de esos libros que dejan poso y cuyo personaje principal entra a formar parte de la gran familia de héroes novelescos que ya no se borrarán de nuestro imaginario literario.

La novela narra los sucesos que narran la vida de Jim, principalmente su momento nefasto a bordo del Patna, un barco que transporta peregrinos musulmanes a la Meca, y sus aventuras en Patusán. La estructura es compleja, combinando la narración de su amigo Marlow (sí, el mismo del Corazón de las tinieblas), cartas y conversaciones, con varios flashbacks y un avanzar proceloso que nunca cae en la aceleración y que va fluyendo de modo tranquilo y seguro. Esa estructura y la longitud del libro lo harían probablemente pesado en manos de otro escritor, pero Conrad narra de maravilla y consigue que nos sumerjamos en ese contar que en Conrad es tan natural como el respirar.

Aunque muchas veces se haya calificado a Lord Jim como novela de aventuras, es mucho más y uno está tentado de ubicarla en la estirpe de Moby Dick. En efecto, hay aventuras en el Índico y en las islas del Pacífico, pero hay algo mucho más importante: un momento de flaqueza que marca una vida entera y la lucha por redimirse del mismo, que llegará como un regalo de la Providencia por mucho que esté envuelto bajo trazos de tragedia. El tema, pues, es de raigambre cristiana y plantea esencialmente la cuestión insoslayable de la redención, de cómo salvar una vida, y del sacrificio que esto puede comportar, al tiempo que nos recuerda que toda falta es susceptible de ser perdonada, que no hay condenación irremisible.

No estamos ante un libro superficial ni facilón, sino ante una obra de literatura con mayúscula que debería formar parte del patrimonio de lecturas de todo aquel que aspire a tener un cierto bagaje cultural.

Lord Jim. Joseph Conrad. Pre-Textos. 508 páginas

Defensa de lo privado, Wolfgang Sofsky

Defensa de lo privado, del profesor de sociología Wolfgang Sofsky, tiene varios méritos y un problema. Empezando por los méritos, el primero es que plantea una cuestión crucial pero que pasa inadvertida: la constante y creciente invasión por parte de diversas organizaciones, desde el Estado hasta las más variadas compañías y asociaciones, de nuestra vida privada. El arranque del libro está plenamente logrado: como si de una novela futurista y distópica se tratara (pienso en 1984, Fahrenheit 451 o Un mundo feliz), el autor nos presenta las distintas acciones en la vida de una persona y cómo todo, cada paso, cada movimiento, va dejando huellas, es registrado. Lo malo es que uno se reconoce en muchos de esos gestos, y también reconoce el modo de registrarlos. Vamos, que pronto uno toma conciencia de que no se trata de una ficción futurista, sino de su propia vida, lo cual resulta francamente preocupante. Quizás ésta, la preocupación, sea un primer paso para solucionar la cuestión y quebrar la fatalidad que nos está llevando por este camino.

El segundo acierto de Sofsky es su defensa abierta y explícita de la privacidad, el terreno íntimo y propio en el que no está justificada la menor injerencia. En un mundo donde la mentalidad socialista está mucho más extendida de lo que pudiera parecer a primera vista, esta reivindicación de lo privado como garantía y pilar de la verdadera libertad es de agradecer. Aquí, la noción de lo privado como el castillo de cada persona, de reminiscencias chestertonianas, me parece acertadísima y muy actual. Por otro lado, la intuición de que las políticas prohibitivas del Estado no consiguen sino expandir el aparato estatal es una de esas verdades que están ante nuestros ojos y que sólo esperan a que extraigamos las conclusiones que de ellas se derivan.

La argumentación de estos puntos, a través de una serie de capítulos en los que Sofsky nos ofrece un curioso recorrido histórico, muy a menudo erudito, se puede leer con interés, aunque en ocasiones no logra librarse de sus prejuicios antirreligiosos, y en concreto anticristianos, lo que lastra algunas de sus páginas. De aquí quiero rescatar su apología de la cortesía como esencial para la misma libertad, su crítica de los impuestos (“se basan en la idea de que todo el mundo puede vivir a costa de los demás”) o su denuncia de la lucha por la igualdad como camino directo a la tiranía. En la parte negativa, me detengo en la pobre y manida exposición acerca de la imposibilidad de la existencia de Dios debido al mal que existe en el mundo (¡precisamente por parte de un teórico defensor de la libertad!).

Pero hablábamos de un problema; y es que Sofsky tiene una concepción del poder y de su relación con el individuo de matriz anarquista. Así, sostiene que “todo poder pretende ampliar su zona de dominio” y que “apenas los subordinados renuncian a la resistencia, el poder cristaliza en dominio”. El poder sólo se nos presenta bajo la faz de un poder totalitario. No negamos la existencia de este tipo de poder, pero no se puede obviar que han existido y pueden existir otros poderes (y aquí habría que volver a la clásica distinción entre poder y autoridad, algo que Sofsky nunca intenta). Al no poder concebir un poder que no tenga pulsiones totalitarias, en vez de intentar ordenar el poder, el autor opta por hacer un llamamiento a una especie de resistencia individual que, al mismo tiempo, se ve obligado a reconocer tiene escasísimas probabilidades de éxito. Una cierta desesperanza, pues, se trasluce en toda su obra, pues las amenazas son tan grandes, según su propio relato, que la solución se antoja limitada y, en última instancia, ineficaz.

En definitiva, estamos ante un libro interesante y muy sugerente, que pone sobre la mesa una tendencia que no debiéramos aceptar sin más y sobre cuyas consecuencias haríamos bien en reflexionar detenidamente. Plantea el problema, advierte de su gravedad y señala el camino para evitarlo, pero Sofsky no es capaz de darnos los medios para avanzar por ese camino. Tomen lo bueno y no desesperen, otro poder es posible (aunque no sea nada fácil; cada día menos).

Wolfgang Sofsky, Defensa de lo privado, Pre-Textos, Valencia, 2010, 220 páginas.

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