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Ronald Knox. Evelyn Waugh.

Al escribir la biografía de su amigo Ronald Knox, Evelyn Waugh cumplía al mismo tiempo con su tarea de albacea literario y de fino escritor en un ámbito, el biográfico, en el que a pesar de no ser el que más cultivó, ya había incursionando.

Ronald Knox fue un hombre notable: hijo del obispo anglicano de Manchester, alumno de Eton y Oxford, famoso escritor y conferenciante, converso a la Iglesia Católica, capellán católico en Oxford, fino literato, traductor de la Biblia. De hecho, esta biografía se lee casi tanto como un retrato de la vida de la elite intelectual británica de la primera mitad del siglo XX como un semblante del propio personaje. De este modo conoceremos la vida universitaria, los formalismos y las inquietudes de esos círculos, los estragos de las guerras mundiales, especialmente de la Primera, las dificultades para abandonar un entorno, prestigioso, por otro, el de la Iglesia Católica, con evidentes limitaciones humanas, o los enfrentamientos clericales en torno a la traducción de la Biblia al inglés.

Waugh nos deja una obra valiosa, que interesará especialmente a las personas interesadas en la época y el país de los que formó parte Ronald Knox. Sin embargo, quienes busquen al Waugh brillante, incisivo y mordaz, no encontrarán casi rastro del mismo: el autor está preciso, comedido, respetuoso y opta por desaparecer en una obra que resulta pulcra pero en la que los lectores de Waugh pueden echar en falta su característica chispa.

Ronald Knox. Evelyn Waugh. Palabra. 376 páginas

Izad más banderas. Evelyn Waugh

Izad más banderas, escrito y publicado por Evelyn Waugh durante la Segunda Guerra Mundial, es una mirada ácida y sarcástica, muy del estilo de este grandioso escritor, sobre la Inglaterra del inicio de la guerra, esos meses en que Francia aún no había caído y la crueldad del conflicto aún no se había manifestado en toda su plenitud.

La obra tiene como hilo conductor las andanzas de Basil Seal, aristocrático, bohemio y caradura a partes iguales, uno de esos personajes en los que Waugh encierra todo un mundo social. Las tramas paralelas son abundantes y nos van ofreciendo un fresco de un mundo que iba a ver sacudidos sus cimientos en poco tiempo. Aparecen aquí las personas y los ambientes recurrentes en muchas obras de Waugh, desde la bohemia comunista, el artista homosexual, los prosaicos editores, los militares que a duras penas alcanzan para sobrevivir ellos mismos, la aristocracia que no se resiste a abandonar hábitos victorianos, todo ello iluminado por una luz irreal que denota la falsedad del tinglado en que viven.

La obra es disparatada e irregular, con altibajos y resoluciones precipitadas, pero también contiene momentos hilarantes. Estamos aún, según mi modesta opinión, lejos del Waugh de la trilogía Espada de Honor, una de las mejores obras sobre la Segunda Guerra Mundial y mucho más madura, equilibrada y conseguida. Aquí Waugh se recrea en el sarcasmo más despiadado, brillante en su pluma, pero sin atisbos de esperanza. El cinismo campea por doquier y el retrato de esta Inglaterra es tan cómico como aterrador, dando forma a una obra que interesará a los lectores más voraces de Waugh, pero que carece de esa reflexión serena y certera que constituye el contrapeso a la potente vena satírica del autor.

Izad más banderas. Evelyn Waugh. 288 páginas. RBA

Edmund Campion. Evelyn Waugh

En el imaginario común hay una idea, más o menos borrosa, de lo que pudieron ser los abusos de la Iglesia católica en otras épocas. Por lo general nos referimos a ellas acudiendo a lugares lejanos y a fechas poco exactas. Los relatos, o la idea que se tiene de ellos, porque nos llegan fragmentariamente y más proceden de un eco que no de una fuente inmediata, también, en la mayoría de los casos, están llenos de imprecisiones y, con frecuencia, barajan la conjetura y la suposición. Todo ello no ha impedido que sean recibidos acríticamente y ocupen hoy, en la era de la información, un lugar en la mente de muchos.

Sorprende, por el contrario, que los grandes hechos de la Iglesia, y sus héroes, muchas veces adornados también con la santidad, sean prácticamente ignorados y la información que se tenga de ellos se reduzca, prácticamente, a la que podemos encontrar en los calendarios. En España, por ejemplo, es muy ignorada la persecución que sufrieron los católicos ingleses en el siglo XVII. Se prohibió el culto católico, se expropiaron bienes eclesiásticos, algunos obispos y sacerdotes abandonaron la Iglesia por presiones o ambición y siguieron el camino iniciado por Enrique VIII, al separarse de Roma. En época de la reina Isabel se acentuó la presión sobre quienes permanecían fieles a la fe de sus padres. Hubieron de pagar multas por no acudir a las celebraciones anglicanas, vivieron bajo sospecha y, en muchos casos, se confiscaron sus tierras. Pero la página más gloriosa, que es la que ha hecho pervivir el catolicismo en aquellas islas, la escribieron los mártires.

 

Edmund Campion era un joven brillante que se había marcado un exigente plan de estudio para triunfar en este mundo. Tenía todas las puertas abiertas para acomodarse en la corte de la reina Isabel y obtener beneficios. Pero su inteligencia topó, en el estudio de los padres de la Iglesia, con una objeción: la iglesia que veía en su país se había separado de la fe de los primeros siglos. Podía haberse mantenido en el camino de la ambigüedad y del posibilismo pero su conciencia le condujo a Douai (Países Bajos), donde ya algunos compatriotas suyos de preparaban para el sacerdocio. Muchos de ellos, unos veinte al año, volvían a las islas y conocían el martirio. Conforme se acentuó la persecución celebrar misa, oír confesión o facilitar la celebración de dichos sacramentos conllevaba cárcel, tortura y muerte.

 

Edmund Campion sacerdote jesuita regresó a su patria donde se hizo famoso por la publicación de un Alarde, en el que exhortaba a los teólogos anglicanos y a la misma reina a discutir con él sobre temas de fe con la certeza de que los sacaría del error y los conduciría de nuevo a la Iglesia. Durante años su vida se desarrolla en la clandestinidad, ocultándose en las casas de los recusantes, atendiendo a los fieles que sobrevivían en secreto, y alimentándolos con la predicación y la Eucaristía. Su nombre es el más famoso de tantos sacerdotes y laicos que derramaron su sangre en la Inglaterra del siglo XVII. Siendo la biografía de un solo hombre, Evelyn Waugh, consigue que empaticemos con todos aquellos hombres que vivieron heroicamente su fe. No temieron el martirio y, sin más fuerza que la que emana de la fe en Jesucristo, pusieron en jaque todo un reino.

 

Evelyn Waugh es uno de los más celebrados escritores ingleses del pasado siglo y su maestría no deja de notarse en esta obra, escrita al poco tiempo de su conversión al catolicismo.

 

Edmund Campion. Evelyn Waugh. Homo Legens. 267 páginas

Publicado por David Amado

La prueba de fuego de Gilbert Pinfold. Evelyn Waugh

La prueba de fuego de Gilbert Pinfold es un relato basado en la vivencia real de las alucinaciones que Evelyn Waugh padeció, provocadas por un envenenamiento debido a un peculiar modo de automedicarse.

El libro se abre con una brillante presentación de Pinfold, alter ego de Waugh, que además de una especie de autorretrato del autor nos brinda una ácida crítica del “periodismo cultural”. Es, sin lugar a dudas, la mejor parte del libro y aquella en que es más reconocible el estilo de Waugh.

El resto del libro nos relata el viaje alucinado hacia Ceilán de un Pinfold que oye continuamente voces que sólo existen en su cabeza y que porfía con ellas, “descubriendo” supuestas conspiraciones varias. Esta parte, la de mayor extensión, está escrita con la maestría propia de Waugh y se mantiene fiel en todo momento a lo que realmente sucedió, pero su interés, más allá de los estudiosos de Waugh, es dudoso. Narrativamente se ve lastrada además por el hecho de que sabemos desde el principio que no se nos está hablando más que de alucinaciones, lo cual hace que llegue a ser tediosa en ciertos momentos.

La edición de Homo Legens es magnífica, aportando un apéndice con documentos que completan la obra, tales como entrevistas y artículos del propio Waugh, reseñas de la época y testimonios de sus vecinos, que conocieron el episodio real de primera mano. No obstante, esto no altera el juicio anterior de que estamos principalmente ante una obra sólo apta para entusiastas seguidores de Waugh que no quieren perderse nada de lo que escribió este genio.

La prueba de fuego de Gilbert Pinfold. Evelyn Waugh. Homo Legens. 245 páginas

Helena, emperatriz y santa. Evelyn Waugh

Evelyn Waugh es quizás uno de los más desconocidos entre los grandes escritores de la literatura del siglo XX. Conocido principalmente por Retorno a Brideshead, exquisita y compleja novela acerca de la acción de la gracia en nuestras vidas, toda su obra, mas prolífica de lo que la mayoría piensa, está escrita con esa combinación de elegancia, desengaño e ironía tan británica que lo caracterizan. Rasgos estos suavizados por su conversión al catolicismo, que consiguió limar algunas de las aristas de su carácter sin por ello dejar nunca de ser el vitriólico Waugh (siempre contestaba, a quienes le echaban en cara sus ácidas y despiadadas críticas, en contraste con sus caritativas creencias, que se imaginasen cómo hubiera sido de no haberse convertido).

En este libro, Helena, emperatriz y santa, Waugh narra la vida de santa Helena en forma de novela, para lo que da rienda suelta a su imaginación a la hora de rellenar los extensos vacíos que de su biografía tenemos. Quizás porque no es su género preferido, quizás por esa misma falta de datos, quizás porque no atravesaba su momento creativo más óptimo, lo cierto es que Helena es una obra menor, que si bien resulta interesante, no llega a las cotas de otros de sus escritos.

No obstante Waugh nunca defrauda y la obra nos ofrece un buen retrato de la época, del modo en que se entendía la fe cristiana en la corte imperial, y delinea con maestría, a veces en pocas páginas, una serie de personajes muy logrados. Su vena sarcástica, siempre deliciosa, no aparece hasta el final, sobre todo durante el viaje de santa Helena a Jerusalén en busca de la cruz en que murió Jesucristo, dejándonos con ganas de más. Estamos pues ante una obra menor que, no obstante, se lee con gusto y en la que aparecen, aunque algo pálidas, las virtudes literarias que hicieron de Evelyn Waugh uno de los grandes escritores del siglo pasado.

Helena, emperatriz y santa. Evelyn Waugh. Edhasa. 256 páginas

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