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Helena, emperatriz y santa. Evelyn Waugh

Evelyn Waugh es quizás uno de los más desconocidos entre los grandes escritores de la literatura del siglo XX. Conocido principalmente por Retorno a Brideshead, exquisita y compleja novela acerca de la acción de la gracia en nuestras vidas, toda su obra, mas prolífica de lo que la mayoría piensa, está escrita con esa combinación de elegancia, desengaño e ironía tan británica que lo caracterizan. Rasgos estos suavizados por su conversión al catolicismo, que consiguió limar algunas de las aristas de su carácter sin por ello dejar nunca de ser el vitriólico Waugh (siempre contestaba, a quienes le echaban en cara sus ácidas y despiadadas críticas, en contraste con sus caritativas creencias, que se imaginasen cómo hubiera sido de no haberse convertido).

En este libro, Helena, emperatriz y santa, Waugh narra la vida de santa Helena en forma de novela, para lo que da rienda suelta a su imaginación a la hora de rellenar los extensos vacíos que de su biografía tenemos. Quizás porque no es su género preferido, quizás por esa misma falta de datos, quizás porque no atravesaba su momento creativo más óptimo, lo cierto es que Helena es una obra menor, que si bien resulta interesante, no llega a las cotas de otros de sus escritos.

No obstante Waugh nunca defrauda y la obra nos ofrece un buen retrato de la época, del modo en que se entendía la fe cristiana en la corte imperial, y delinea con maestría, a veces en pocas páginas, una serie de personajes muy logrados. Su vena sarcástica, siempre deliciosa, no aparece hasta el final, sobre todo durante el viaje de santa Helena a Jerusalén en busca de la cruz en que murió Jesucristo, dejándonos con ganas de más. Estamos pues ante una obra menor que, no obstante, se lee con gusto y en la que aparecen, aunque algo pálidas, las virtudes literarias que hicieron de Evelyn Waugh uno de los grandes escritores del siglo pasado.

Helena, emperatriz y santa. Evelyn Waugh. Edhasa. 256 páginas

Las aventuras de Undine. La gran tormenta. Blanca Rodríguez

Las aventuras de Undine. La gran tormenta narra las aventuras de dos niños que accidentalmente son arrastrados en su barca por una corriente merina que les llevará lejos de su hogar. Las aventuras de todo tipo que tendrán que pasar para regresar a casa les harán madurar, hacer nuevos amigos e incluso descubrir su mismo origen. La estructura del libro es pues una de sus bazas; deudora de la Ilíada de Homero, funciona a la perfección y no permite ni un momento de monotonía en el relato.

El libro, además incorpora elementos fantásticos, aunque a veces no quedan claras las reglas por las que se rigen, provocando una cierta confusión. Algunas reacciones inverosímiles, algunos vacíos en la obra son, en mi opinión, el punto más débil del libro. Los personajes protagonistas están bien definidos, lo mismo que algunos secundarios, y si bien sus relaciones no están excesivamente trabajadas, el libro funciona en este aspecto.

Aunque ya estamos acostumbrados, el “sermoncito” ecologista (los humanos somos muy malos y lo contaminamos todo, regocijándonos en la suciedad) también aparece, aunque en esta ocasión sin estar omnipresente. No obstante, y perdonad mi incorrección política, uno añora aquellas novelas en las que los exploradores masacraban tribus de caníbales o las tribus de caníbales masacraban exploradores. Me parece que una de las claves para resolver el misterio de porqué nuestros jóvenes dejan de leer  es el atracón de moralina al que les hemos sometido durante la infancia.

Las aventuras de Undine. La gran tormenta. Blanca Rodríguez. Bambú. 208 páginas.

Cuadernos Ucranianos. Igort

Uno de los fenómenos más interesantes en el mundo del cómic es la aparición de obras que, con ese lenguaje, abordan realidades de no ficción, a menudo cuestiones históricas o políticas. Y parece cada vez más claro que estamos ante un medio de narrar estas cuestiones muy poderoso y elocuente, que constituye un fácil acceso a la cuestión y que, por su carácter gráfico y artístico, puede conmover de forma duradera y marcar el modo de acercarnos a un tema a partir de su lectura.

Si primero fue Mauss en relación a la Shoa y Persépolis sobre el Irán jomeinista, hay que destacar las obras de Guy Delisle, en especial su soberbio Pyongyang, y El Muro, de Peter Sís. En Cuadernos Ucranianos el dibujante de cómics Igort aborda el genocidio de los campesinos ucranianos, la hambruna ordenada por Stalin que se cobró la vida de varios millones de personas en lo que se conoce como el Holodomor.

La obra nace de una estancia de dos años de Igort en Ucrania, documentándose y recogiendo testimonios de primera persona. El fino hilo conductor del libro es precisamente esa estancia en un país definitivamente herido, que no se ha repuesto del totalitarismo soviético y que se ha sumido en una dolorosa corrupción en la actualidad que deja poco espacio a la esperanza. En este contexto, Igort nos presenta pequeñas historias, testimonios recogidos de primera mano, estremecedores y por ello sin necesidad de adornos ni otros recursos para emocionar. Al contrario, tanto el dibujo como el texto son sobrios, reprimidos, muy adecuados y a tono para transmitir en toda su desnudez unos hechos estremecedores y que merecen ser mejor conocidos.

A pesar de algún toque revisionista de nostalgia brezhneviana, que basta leer a Solzhenitsyn para descubrir su falsedad (aunque el triste presente explica en parte este fenómeno), el libro es un sencillo alegato contra la realidad del comunismo y será leído con provecho por jóvenes que puedan sentirse tentados por esa ideología asesina y por adultos que disfruten de este formato.

Cuadernos Ucranianos. Igort. Editorial Sins Entido. 176 páginas

Beauty will save the world. Gregory Wolfe

En Beauty will save the world Gregory Wolfe parte de su experiencia personal como joven conservador estadounidense recién licenciado en la época de la victoria de Reagan. Momentos de grandes ilusiones, que pronto se verán defraudadas cuando descubra que, tal y como ya advirtió uno de sus maestros (el otro es Gerhart Niemeyer), Russel Kirk, también la mentalidad conservadora puede convertirse en una ideología. Decepcionado ante la constatación de esta “traición”, Wolfe dedica sus esfuerzos al mundo del arte, dando pie a la creación de una revista sobre las artes, Image, que aún sigue con vida y de la que es director.

Seguramente hay cosas a matizar en las reflexiones de Wolfe, que a veces parece no haber superado esa frustración política y que a menudo se ilusiona, a mi entender excesivamente, olvidando los elementos sustantivos de la modernidad que nacen de un rechazo explícito al cristianismo. Tampoco creo que su idealizada visión del humanismo renacentista se sustente; pero tiene el gran mérito de indagar en un ámbito, el de la creación artística y cultural, clave y demasiado abandonado.

La segunda parte del libro recorre una serie de creadores cuya obra nos muestra el camino por el que podría salvarse el mundo a través de la belleza. Seis escritores: Evelyn Waugh, Shusako Endo, Geoffrey Hill, Andrew Lyttle, Wendell Berry, Larry Woiwode; tres pintores: Folsom, McCleary y Fujimura; y cuatro hombres de letras: Russell Kirk, Gerhart Niemeyer, Malcolm  Muggeridge y Marion Montgomery. Las páginas dedicadas a cada uno de ellos muestran un profundo conocimiento de los mismos, son sugerentes y recogen de forma clara y comprensible algunos de sus rasgos más definitorios.

Beauty will save the world. Gregory Wolfe. ISI Books. 278 páginas.

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