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Iván de Aldénuri. El asedio de Muihl-Athern. J. Pérez Foncea

Reseñar la tercera y última entrega de la saga de Iván de Aldenuri es tarea grata y sencilla. Grata porque aquellos que leímos con gusto y disfrutamos de las aventuras por el aire del primer Iván, el del bosque de los Thaurroks, nos alegramos de ver cómo la saga ha ido creciendo y consolidándose. Nuestra enhorabuena pues a Juan Antonio Pérez-Foncea. Al mismo tiempo decimos que es tarea fácil: para quienes son ya lectores de Iván estamos ante la oportunidad de disfrutar de sus nuevas aventuras, y eso basta para que se dirijan a toda prisa a las librerías; para quienes aún no le conocen, aquí van algunos comentarios destinados a introducirles en el mundo mítico de Aldenuri.

Iván es un joven que vive con su familia en un mundo que nos recuerda el ambiente nórdico de El Señor de los Anillos y que un día descubre su capacidad para elevarse y desplazarse por los aires. A partir de este descubrimiento, se embarcará en diversas aventuras para sobrevivir a los múltiples peligros que acechan a él y a su pueblo.

En esta tercera entrega nos desplazaremos de la mano de Iván a un nuevo escenario, la alta meseta del Terraîn, un lugar donde encontraremos nuevos pueblos y personajes y por el que recorrerá altas montañas nevadas donde habitan guerreros caníbales con pocas ganas de hacer amigos. La acción, trepidante como ya nos tiene acostumbrado el autor, y que entronca con los grandes clásicos del género de aventuras, se desarrollará en dos planos entrelazados: por un lado la gran batalla en la que está en juego la derrota definitiva de los morghuks, por otro lado, en un plano personal, la vida de la joven Léirenn, gravemente amenazada y que sólo Iván puede salvar. Será precisamente esta cuestión la que desgarrará a Iván, dividido en lo que parece ser una elección entre salvar la vida de la muchacha o salvar a su propio pueblo. Como en otras ocasiones, las decisiones morales son claves para el desarrollo de la obra y las enseñanzas que de ellas se derivan son claras y bien orientadas, lo que hace que la obra sea especialmente recomendable para el lector joven. Eso sí, el libro está escrito sin voluntad moralizadora y se sostiene por sí mismo, por su propio interés (y, precisamente porque es interesante y te agarra es por lo que tiene dimensión moral). No estamos ante una narración al servicio de una enseñanza predeterminada, sino que la vida misma de Iván, entre terribles thaurroks, una especie de T-Rex con cabeza de toro, y no menos terribles yammouths, semejantes a mamuts, introducen de modo natural en la narración el dilema ético. No otra cosa han hecho siempre los grandes relatos clásicos.

Y antes de acabar, una advertencia para los recién llegados al mundo de Iván de Aldenuri: los libros se pueden leer independientemente, por lo que se puede empezar por donde uno quiera. Yo recomendaría seguir el orden de publicación, pues ayuda a entender lo que está en juego y quiénes son los protagonistas, pero no es estrictamente necesario y esta última entrega se aguanta bien por sí sola. Estamos ante una saga para jóvenes lectores bien escrita y bien orientada que se ha consolidado como un importante fenómeno editorial; a nosotros sólo nos queda congratularnos de ello y animarles a que lo regalen a sus hijos y sobrinos y, por qué no, leerlo también de adulto (¿quién ha dicho que los adultos no pueden disfrutar de la buena literatura juvenil?).

Iván de Aldénuri. El asedio de Muihl-Athern. J. Pérez Foncea. Libros Libres. 330 páginas

Iván de Aldénuri. El bosque de los Thaurroks. J. Pérez-Foncea.

La literatura fantástica está de moda; impulsada por el efecto “Señor de los anillos” proliferan numerosas obras en su estela… que en muchos casos desmerecen la descomunal obra de Tolkien. No es el caso de este Iván de Aldénuri que, sin las pretensiones de la magna obra “tolkieniana” (encontraríamos mayores paralelismos con otra obra de Tolkien, El hobbit), resulta una lectura muy recomendable. Lectura, además, absorbente y adictiva, pues si algo podemos asegurar es que quien abre sus páginas queda irremediablemente atrapado por una historia que avanza con un dominio excelente del tempo.

Quizás hoy en día no esté demasiado bien visto reivindicar la literatura de evasión, que suele ser tildada de folletinesca. Folletines, haberlos, haylos, pero eso no obsta para que, por sólo citar tres ejemplos de literatura popular bien escrita, Ágata Christie, Julio Verne o George Simenon con su serie del comisario Maigret, no hayan sido destronados del podium de las preferencias de los lectores. También Dumas escribió mucho y publicó por episodios alguna de las obras inmortales de la literatura.

Pues bien, Pérez-Foncea demuestra en esta su opera prima un dominio magistral del arte de agarrar al lector y no soltarlo hasta la última página. La alternancia de acciones que se desarrollan de modo paralelo, una las correrías de Iván, la otra las vicisitudes de su pueblo, y que finalmente confluyen, permiten terminar cada capítulo en un clímax que hace avanzar al lector a través del texto con una avidez sólo satisfecha cuando cerramos definitivamente el libro. Y ni eso es del todo cierto: la supervivencia del malvado Hugo Gorkhol nos asegura nuevas emociones en próximas entregas.

Una vez sumergidos en el mundo de Áldenor y del Errion Thal, y tras unos primeros momentos de familiarización (que, suponemos variarán según la afición a la literatura fantástica y la edad del lector; confesaremos que a los ya entrados en años nos supone un mayor esfuerzo), iremos descubriendo que el escenario en que se desarrolla la acción es coherente, cuestión ésta definitiva para armar una novela fantástica de calidad. Y no sólo es congruente, sino que se produce una corriente de complicidad e incluso afecto hacia esos personajes, esos pueblos, que luchan por la supervivencia y el mantenimiento de una paz justa.
En este sentido, la apuesta del autor es clara, los buenos son buenos y los malos, malos, lo que no significa que sean estúpidos. No estamos pues ante una novela ambigua, sino ante una novela que toma partido y en la que la intriga y la acción ocupan un lugar preeminente, y que por ello mismo resulta especialmente adecuada (que no sólo) para un público juvenil. La clara definición de los campos en que se dividen los protagonistas no rebaja un ápice la emoción, al contrario, ayuda a mantener esa tensión que toda buena narración necesita.

Para acabar, y desde el respeto y el reconocimiento hacia una obra en mi opinión muy bien resuelta, dos sugerencias para próximas entregas, ya anunciadas por el mismo autor: no descarte la posibilidad del arrepentimiento en algúnpersonaje, esas cosas a veces ocurren y enriquecerían el argumento; y en segundo lugar, estoy seguro de que los muchos lectores agradecerán un mapa del territorio en el que transcurre la acción más grande y detallado que el que nos proporciona esta edición y que, con sus limitaciones, resulta muy útil para orientarse en este mundo que cautiva con tanta facilidad.

Iván de Aldénuri. El bosque de los Thaurroks. J. Pérez-Foncea. Libros Libres. 284 págs.

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