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Cartas a mi novia. León Bloy

Jeanne Molbech conoció a León Bloy en casa de Barbey d’Aurevilly, y le impresionó el aspecto de aquel hombre extraño. Después le preguntó a una amiga quién era y le dijo: “¡Un mendigo!. Juana volvió a ver a León Bloy unos días después. Estaba apartado tomando trozos de pan que mojaba en vino y saboreaba después con lentitud. León la vio y le dijo: “Señorita, usted me está viendo cenar”. Ambos quedaron impresionados por aquel encuentro y Jeanne Molbech, danesa y protestante, pronto sería su novia y después su esposa.

León Bloy es un escritor vehemente, de prosa punzante y acerada, pero bien templada en el fuego del misticismo. Sus palabras queman y por eso sus contemporáneos lo relegaron al ostracismo. No fue despreciado sino abandonado por su excepcionalidad que quemaba como sus palabras. Pero también fue su persona y sus escritos los que conmovieron profundamente a otros hasta el punto de moverlos a tomar decisiones definitivas. Es lo que sucedió con el matrimonio Maritain y con otros. Influencia semejante se percibe en estas cartas que Bloy escribe a la que con el tiempo será su esposa.

En ellas no hay romanticismo, pero sí amor apasionado. Bloy lo miraba todo desde el Absoluto, desde donde se entendía a sí mismo. Por eso cuando conoce a Jeanne Molbech descubre que su encuentro con ella lleva el sello de lo definitivo. Están hechos el uno por el otro. Nada es casual y es Dios mismo quien ha propiciado que se conozcan.

Publicado por David Amado

A los pocos días le escribe: “Estamos, pues, forzados a creer que el encuentro querido por Dios de nuestros dos corazones, absolutamente llenos de Él, es un acontecimiento muy considerable cuyas consecuencias pueden ser infinitas.”. No es la frase de un amante adolescente, como se puede descubrir en la secuencia de cartas.

Para Bloy la vida es conducida por la Providencia y la grandeza del hombre está en cumplir esa voluntad, que a veces es dura, y otras nos ofrece consuelos inmerecidos en los que no deja de operar alguna lógica del sufrimiento (de otros por nosotros). Por eso dice de sí mismo: “Soy sobre todo –no lo olvides jamás- un adorador y cuando he pretendido actuar de un modo distinto que por amor las operaciones del amor, me he visto siempre por debajo de las bestias”.

Lo Absoluto lo impregna todo en su vida, y se muestra también en estas cartas de enamorado. En cada una de ellas va creciendo la certeza de que Dios ha dispuesto su encuentro para que se unan en el matrimonio. Pero Bloy también va descubriendo a Jeanne –mientras ésta camina hacia el catolicismo- rasgos de sí mismo y va a entender la vida de ambos desde el plan divino.

El lenguaje de Bloy es volcánico y su misma novia le hace notar su vehemencia, a veces excesiva. Pero quizás es necesario ese tipo de palabras que hieren para mostrar la verdad del amor humano y del divino y hacernos caer en la cuenta de la tediosa mediocridad en la que estamos inmersos.

También Bloy tiene profundas imágenes sobre lo femenino, la sexualidad, el sufrimiento,… Son estos temas en los que una extremada delicadeza suele ocultar más que poner de manifiesto. Bloy arroja bocanadas de verdad que pueden dejarnos transpuestos, pero que también son la oportunidad de penetrar en el misterio que sólo se abre desde lo Absoluto.

CARTAS A MI NOVIA. León Bloy. Editorial Nuevo Inicio. 200 páginas

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