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Los dioses de la Revolución. Christopher Dawson

La noticia de que se publica un nuevo libro de Christopher Dawson debería generar exclamaciones y gritos de júbilo entre cualquiera con un mínimo de cultura e interés por comprender las cosas. A Dawson le debemos mucho. Por ejemplo, un conocimiento más profundo de lo que es Europa y del peso de la fe cristiana en la génesis y desarrollo de este curioso “continente”. Algo que muchos parecen haber olvidado pero que sigue condicionando nuestro presente (porque la realidad actúa, independientemente de que seamos conscientes o no).  Otro ejemplo: esa mirada que es capaz de distinguir la religión en el trasfondo de tantos fenómenos históricos, políticos, sociales, culturales, que quedan así iluminados y se comprenden mucho mejor (sucede muchas veces con Dawson que lo que dice parece evidente… y sin embargo nadie, o casi nadie, lo había expresado).

En esta ocasión, Ediciones Encuentro nos brinda un texto que, bajo el título Los dioses de la Revolución, no es otra cosa que una obra póstuma de Dawson que se centra en la Revolución francesa: su génesis intelectual, su desarrollo y su legado. ¿Y qué encontramos? Pues yo diría que encontramos a un Dawson que sigue descubriendo el hilo de la religión tras los acontecimientos históricos, en este caso en el muy evidente intento revolucionario de crear una religión política que sustituyera a la fe católica mayoritaria entre el pueblo francés. Además, es un Dawson que ha leído mucho, que ha pensado mucho, que ha atado muchos cabos, que conoce no sólo los datos de manual, sino detalles concretos poco conocidos pero relevantes, y que explica su tema como hace un buen profesor: sin ser para nada prolijo ni académico, haciendo una síntesis de lo realmente relevante y explicándolo con soltura. Esto no significa que me convenzan absolutamente todas sus afirmaciones, pero lo cierto es que sí puedo afirmar que la lectura de este libro me ha hecho comprender más cosas y contemplar otras con una mayor profundidad.

No hay nada que pueda sustituir la lectura de un libro de este tipo, pero sí me voy a permitir señalar algunos pasajes que no he podido pasar sin subrayar (algo que aún hacemos algunos pocos locos):

  • Sobre la revolución inglesa de 1688: “Nunca antes se había revelado tan a las claras la influencia de los intereses de clase y la codicia egoísta en la acción política. Es la victoria de la oligarquía y el privilegio frente a la monarquía y la prerrogativa. El nuevo régimen es esencialmente un Estado clasista en el que las grandes familias whig controlan el gobierno”.
  • La Ilustración puede considerarse como una segunda Reforma que traslada la rebelión contra la autoridad y la tradición desde la esfera de la teología a la de la cultura secular”.
  • Es la Iglesia la institución que casi en solitario y con no poco éxito labora por la causa de la educación popular, mientras que los filósofos se contentan con dedicar sus energías a la ilustración de la pequeña grey de los ricos, la gente de buena cuna y bien educada que constituye la opinión pública”.
  • Incluso antes de que viera venir la Revolución, el gobierno del rey adopta medidas revolucionarias como la abolición de los Parlements, de la Compañía de Jesús y de las corporaciones, lo cual interfiere profundamente en la vida social y económica del país”.
  • La voluntad general no es la abstracción benevolente que veneran los discípulos de Rousseau, sino una fiera voluntad de poder que destruye todo lo que se interponga en su camino, sea hombre o institución”.
  • Esta nueva religión no es algo meramente ideal. Tiene su jerarquía y organización eclesiásticas: la orden de la masonería, cuyo desarrollo alcanza su clímax durante las dos décadas anteriores a la Revolución”.
  • Lo que la Revolución exige es una nueva religión civil de espíritu totalitario, cuya tarea fundamental, por delante de cualquier otra cosa, sea el servicio al Estado”.
  • La Revolución ejerce un poder más absoluto que cualquier autócrata del pasado”.

Este libro viene enriquecido, además, con varios textos introductorios que, creo, tienen valor por sí mismos. Empezando por la presentación de Jerónimo Molina Cano, sugerente, erudita y que centra admirablemente bien la cuestión, que no es otra que el de las religiones de Estado o religiones seculares. Cuando nos hace notar que Dawson escribió que el Estado del futuro no será político, sino “nurse, maestro y empresario, nos sentimos perfectamente retratados.

Me ha llamado la atención la breve introducción, apenas tres páginas, de Arnold Toynbee, otro gran historiador y maestro británico, quien escribe que “Con la Revolución, una religión antigua y siniestra, mucho tiempo en letargo y activada repentinamente con una violencia elemental, resucita el culto fanático al poderío de la colectividad humana. El Terror ha sido el primero de los crímenes masivos cometidos en nombre de esta religión demoníaca durante los últimos ciento setenta años”. Esto escribía en 1972, año de la publicación de esta obra. Seguimos en lo mismo y su análisis sigue siendo plenamente válido y actual.

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