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El último leopardo. Lauren St. John.

El último leopardo es la tercera entrega de la serie que se iniciara con La jirafa blanca y continuara con La canción del delfín, relatos que narran las aventuras de una niña, Martine, que tras quedarse huérfana con apenas once años se traslada a vivir con su abuela a una reserva natural y que en esta ocasión la debe acompañar hasta Zimbabue. La elección de este escenario no es casual; la autora, Lauren St John, nació en lo que en aquel momento era Rodesia y desde su independencia conocemos como Zimbabue, en el seno de una familia de granjeros blancos, ese colectivo que hizo de aquel país un lugar magnífico y que el sátrapa Mugabe se ha empeñado en erradicar, aunque por el camino también destruya al país. A diferencia de tantas novelas ambientadas en África que pecan de exotismo, las obras de St John resultan creíbles y nada forzadas en su ambientación y personajes, sin por ello dejar de ser muy africanas.
Es importante, cuando valoramos una novela de aventuras, no perder de vista que, en primer lugar, debe funcionar como lo que es. En este caso el objetivo se cumple: está bien armada y se lee con gusto e interés, manteniendo en todo momento la intriga y jugando con subtramas paralelas que hacen que el lector avance, casi sin detenerse, por las páginas del libro.

Una vez sentado esto, podemos entrar a valorar otros aspectos. En primer lugar el trasfondo, presente en las tres obras antes señaladas, de defensa de una fauna amenazada por los humanos desaprensivos, cazadores furtivos que no reparan en medios para cazar al último leopardo de la zona en esta obra. Nada que objetar a tan noble empresa que nos recuerda que los hombres somos administradores de los bienes terrenales y no podemos agotarlos irresponsablemente, al contrario, debemos legarlos, a ser posible mejorados, a las generaciones que nos siguen. Si se puede hacer una objeción a este enfoque es la de que a menudo, y St John tampoco es excepción, para ganarse la complicidad del lector se tiende a humanizar a los animales, de modo que puedan despertar en nosotros sentimientos de hermandad (no otro artificio acostumbra a utilizar Walt Disney). En este caso el empleo de este recurso es evidente, partiendo ya de que Martine, la protagonista, habla con los animales. El resultado generalizado de este enfoque lo podemos ver a nuestro alrededor: niños, y no tan niños, poseedores de una sensibilidad hacia los animales enfermiza y desproporcionada, a quienes parece normal que existan hoteles para perros y no ven ningún problema en que un hombre duerma entre periódicos en un cajero automático.

El estilo de las obras de Lauren St John ha sido calificado, en mi opinión con acierto, como realismo mágico africano, por su combinación de una puesta en escena realista y documentada con unos sucesos en los que lo imposible, lo mágico, lo que supera lo meramente natural, sucede con toda naturalidad. La autora afirma que esto es normal, pues es el ambiente que se respira en África. Concedido, y además no seré yo quien abogue por un rígido realismo que extirpe la magia de los relatos, pero sí creo que se debe de ser más claro a la hora de enunciar las reglas del juego. Si éstas aceptan lo mágico, bien, pero que no me intenten colar los remedios de curanderos y sangomas como realidades incuestionables. Que la sugestión pueda hacer que muchos africanos los contemplen como reales no justifica que mis hijos tengan que tragárselo.

En definitiva, una obra bien construida, de la que destaco la trama de intriga (que no se aleja tanto de las pergeñadas por Enid Blyton) y una magnífica ambientación, pero que hay que leer con cuidado de discernir entre realidad y libertades literarias para no acabar criando niños sensibleros.

El último leopardo. Lauren St John. Salamandra. 192 páginas.

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